Recuerdo que después de observar el video del conversatorio que dirigió el director de la Unidad Investigativa de El Espectador, Norbey Quevedo, con el prestigioso periodista cucuteño, Gerardo Reyes Copello, en una feria del libro organizada por la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá, una estudiante de Comunicación Social de la UFPSO, procedente del vecino municipio de Aguachica, expresó: “Si me hubieran advertido sobre las difíciles condiciones como se ejerce el periodismo en el país, yo hubiera escogido otra carrera”.
La decepción expresada por la jovencita cesarense, en 2017, en clase de Géneros Interpretativos, se derivó de las revelaciones que hizo el único periodista colombiano que ha obtenido un premio Pulitzer, al recordar que cuando trabajaba en la unidad investigativa de El Tiempo, en Bogotá, se movilizaba en una motocicleta, porque lo que ganaba no le alcanzaba para adquirir, ni siquiera, un Renault 4, el carro más económico y popular de Colombia, en las décadas de los setentas y ochentas, del siglo pasado.
Para completar la ‘desinflada’ de los estudiantes que escuchaban y veían al destacado periodista nortesantandereano, a través del video, expresó que con los futuros comunicadores que participaban en el conversatorio que se realizaba en la universidad capitalina se llenarían las salas de redacción de todos los periódicos del país, para indicar el alto grado de desempleo de egresados en toda Colombia.
Con mis antiguos estudiantes también compartí la confesión del reconocido periodista bogotano Mauricio Gómez Escobar, nieto del controvertido expresidente Laureano Gómez e hijo del inmolado dirigente conservador, Álvaro Gómez Hurtado: “El periodismo no sirve para nada. Las denuncias que presenté en distintos noticieros de televisión, sobre el contrabando, regalías, salud, educación, medio ambiente, no tuvieron ningún efecto y la situación sigue peor que antes”.
A ellos les transmití la salida en falso de uno de los colombianos más brillantes como el profesor universitario, magistrado y candidato a la Presidencia de la República, el antioqueño Carlos Gaviria, ponente de la iniciativa que le permitió a la Corte Constitucional desmontar la última ley del periodista, la 51 de 1975, con la debida desaparición del periodismo como profesión.
Siempre les insistí en que el periodismo ejercido con lealtad y ética en nuestra nación no generaba salarios atractivos, y que por el contrario, la mayoría de colegas honestos, sobrevivían con los modestos sueldos que devengaban por trabajar en periódicos, emisoras o canales de televisión, excepto las grandes figuras de la comunicación.
Como si no bastara con las advertencias anteriores, también les insistí en los graves riesgos que incurrimos los periodistas, especialmente los que nos desenvolvemos en las regiones, como consecuencia de las presiones de los factores del conflicto, amén de los politiqueros y funcionarios corruptos que pretenden callarnos con la sonada mordaza judicial, aduciendo afectaciones por injuria y calumnia.
Por las razones anteriores, la mayoría de los estudiantes de Comunicación Social de la ciudad eluden el periodismo comunitario como énfasis, así algunos tengan la capacidad suficiente para investigar y escribir y, por el contrario, se inclinan por las otras dos opciones, agenda pública o comunicación organizacional.
De la joven aguachiquense que se decepcionó por lo que vio y escuchó del único periodista colombiano que ha ganado los máximos premios en Estados Unidos, Pulitzer y María Moors Cabot, el cucuteño Gerardo Reyes Copello, no volví a saber nada, seguramente que estará a punto de graduarse como comunicadora social y que no querrá saber nada del periodismo.
A mis discípulos siempre les recomendé que vieran el programa de opinión que dirige María Jimena Duzán, “Semana en Vivo” y que hicieran lo propio los sábados, domingos y festivos con “Noticias Uno”.
Lástima que no pueda debatir con ellos las implicaciones que tendrá para el periodismo colombiano la salida del aire del único noticiero independiente y creíble.