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La visita del olvido
Las estrellas se han vuelto mis aliadas, porque miran en silencio, brillan y dicen todas las cosas con el eco de la sabiduría. 
Domingo, 3 de Enero de 2016

Estamos plantando la huella, otra vez, en el tiempo de un nuevo año calendario, porque así lo acostumbramos: pero, en el fondo sabemos que, únicamente, daremos frutos verdaderos cuando nos encuentre preparados, en cualquier momento de la vida, para la ilusión mayor de evolucionar constantemente.

¿De qué nos ha valido avanzar si no nos hemos asomado a las estrellas? Aunque por momentos vemos crecer la posibilidad de ser felices, si no estamos en conexión con la visión universal del Ser, se nos quebrarán los sueños -tan frágiles- en un próximo instante, sin siquiera asomarse a la bondad del pensamiento.

Estaremos yertos, casi muertos, mudos y sordos, si el surco que comenzamos a recorrer no es un altar a los sueños, si no escuchamos ese rumor sabio del tiempo, que sólo las piedras han sabido sembrar en sus entrañas, si no comenzamos a armar los pedacitos de arco iris para  trazar con bondad la mejor ruta hacia nuestra muerte y colgarnos, ahora sí, de todo aquello que pende del infinito.

Las estrellas se han vuelto mis aliadas, porque miran en silencio, brillan y dicen todas las cosas con el eco de la sabiduría. 

Su mensaje brota de la frescura de la mañana, así como el del año emerge en los primeros días en que, imaginamos, comienza otro tiempo, en que se abonan con paciencia las semillas para que su flor sea la esperanza dibujada, desde el cielo hasta el corazón, para que cada atardecer, cuando se cumple la jornada, celebre, con el fuego y la luz, un sentimiento noble. 

El camino celeste nos lleva, el tiempo nos atrae a la música eterna contenida en el canto de los pájaros, en los gritos de la hierba que surge como muestra de la mansedumbre de la tierra y en la voz de las montañas que, desde lejos, acompañan el coro. 

Las horas se vuelven días arrumados en un rincón y así deben dejarse, relegados a una esquina, esperando la visita del olvido, después de haber extraído de ellos su enseñanza, que algunos llaman experiencia, de haber escanciado sus colores y el sonido de las ilusiones que continúan vigentes, para comenzar con pasos frescos las añoranzas deliciosas de la vida del porvenir.

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