69 días después, como si fuera ayer, mi memoria me permite apreciarlo en mi casa, con su caminar lento y su voz desgastada, cantando con regocijo y gratitud por el homenaje que recién le había ofrecido la UFPSO, junto con sus compañeros de los antiguos Playoneros del Cesar, y por los aplausos y abrazos que le habían prodigado los centenares de admiradores que acudieron al auditorio de Bellas Artes.
Aunque estaba preparado para la dura noticia, porque su sobrino , el arquitecto Arley Sánchez, quien a la postre fue el encargado de realizar los trámites legales para que los legendarios artistas vallenatos llegaran a la ciudad, me había llamado para informarme que el maestro Wicho estaba grave en una clínica de Valledupar, la voz trémula y el llanto de la joven Camila Melo, la coordinadora del grupo de logística, integrado por estudiantes de Comunicación Social, me indicaron que había llegado el final del autor de “La banda Borracha”, el tema tropical que de avanzada edad, mientras los cuidados y temores se centraban sobre el maestro Ovidio le dio la vuelta al mundo.
Como ocurre casi siempre cuando hay personas Granados, el padre de dos acordeoneros que se han consagrado como reyes vallenatos, por los serios quebrantos de salud que padecía, y que por tanto le impidieron venir a mi casa, nunca nos imaginamos que estuviera tan cerca la despedida definitiva de Rafael Enrique Sánchez Molina, a quien lo vimos alegre y fuerte, no obstante sus 82 años.
Quién se podía imaginar que sería la primera y última vez que el maestro Wicho estaría en Ocaña, o por lo menos que su deceso estuviese tan próximo, cuando en Bellas Artes y en mi residencia se notaba tan saludable y feliz.
Conservando toda la prudencia posible, por los numerosos o excesivos calendarios de los homenajeados, las recomendaciones eran reiteradas tanto para las estudiantes encargadas de la logística como en el hotel donde se hospedaron , y donde les sobraron las atenciones, por el carisma de los honorables huéspedes.
Después de su exitosa presentación en Bellas Artes, al maestro Ovidio Granados no le faltaron ganas, pero su delicado estado de salud no le permitió sumarse a la parranda de agradecimiento que sus compañeros quisieron ofrecernos.
Como no se pudo en la casa de uno de los amigos que me acompañó durante toda la jornada para homenajear a los antiguos Playoneros del Cesar, a pesar del luto de mi esposa, nos tocó ofrecer la nuestra, donde todavía me parece observar al maestro Wicho bailando y cantando con mucha fuerza y satisfacción.
Junto con Isaac Carrillo y los demás integrantes de la delegación vallenata, con el ánimo que despertaban las jovencitas universitarias y el calor de unos tragos de Old Par, los versos de agradecimiento y de exaltación a la belleza de las futuras comunicadoras, abundaron hasta la madrugada.
Dentro de mi limitada vanidad, me daré el lujo de exclamar: en el patio de mi casa cantó el autor de La Bogotana, Campesina Ibaguereña, Penas Negras, y de La Banda Borracha, uno de los temas musicales colombianos que más se ha escuchado en todo el planeta, y el que grabaron el italiano Doménico Modugno y numerosas orquestas nacionales e internacionales.
Apenas arribaron a Valledupar, los tres juglares le enviaron un mensaje al director de la UFPSO, Edgar Antonio Sánchez Ortiz, en el que le manifestaron que nunca habían recibido un homenaje como el que les ofreció su alma máter.
Los videos y fotografías , serán los testimonios de la bienvenida y despedida de esta ciudad, la presentación en Bellas Artes y que mi humilde morada fue el escenario de la última parranda del inolvidable maestro Wicho Sánchez.