La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
La sicología de la incompetencia
Lo hicieron mal y querían que saliera bien: sicología de la incompetencia.
Sábado, 21 de Mayo de 2022

Niall Ferguson en su libro “Desastres” trata un tema espinoso, el de la sicología de la incompetencia militar que se puede fácilmente extender a la sicología de la incompetencia política.

Las características de la incompetencia militar que cita Ferguson se pueden resumir en las siguientes: no desea o es incapaz de cambiar de rumbo cuando se demuestra que tomó una decisión equivocada; tendencia a desperdiciar los recursos incluyendo los humanos; aferrarse a tradiciones obsoletas sin aprender de experiencias anteriores; ignorar o hacer mal uso de la tecnología; no atender información que riña con ideas preconcebidas; subestimar al enemigo y sobreestimar bando propio; insistir en la estrategia defectuosa escogida; preferir la fuerza bruta a la sorpresa o la astucia; buscar culpables de sus errores; y creer en el destino o la suerte. Y recomienda a los militares no convertir el liderazgo en un fetiche y cita a von Clausewitz, quien dijo que en una batalla era tan importante la moral del ejercito como la calidad de los generales. Estas consideraciones parecen hechas para Vladimir Putin en su ataque a Ucrania. Claro que parafraseando a Yordano, por estas calles la competencia militar ya es escasa. Basta recordar al general Mejía de la tristemente célebre época de Santos.

Y cita también a Norman Dixon quien dijo que la vida militar repele a las personas de talento y deja que sean los mediocres, carentes de inteligencia e iniciativa, quienes asciendan en el escalafón. Es fácil ver ahí reflejadas a las burocracias civiles, públicas y privadas. Las empresas quiebran cuando alcanzan masa crítica de incompetentes y la sociedad se degrada cuando al estado le pasa lo mismo. Y hablando de presidentes incompetentes basta ver a Nicolás Maduro de Venezuela, Pedro Castillo del Perú, Gabriel Boric de Chile, Daniel Ortega de Nicaragua, Antonio Manuel López Obrador de México, por la izquierda, y a Sebastián Piñera de Chile o nuestro Iván Duque por la centroderecha, sea eso lo que sea.

Duque cuando tuvo el embate de la Primera Línea impulsada por la izquierda tomó un camino de “negociación”, que cuando mostró que no servía, se empeñó en seguir; desperdició grandes recursos monetarios tratando de apaciguar el “malestar social” y sacrificó a policías poniéndolos como carne de cañón sin respaldo; se aferró a la vieja creencia de “aceptar” exigencias imposibles de cumplir, algo que se vio espeluznante en el gobierno Samper, cuando a Serpa le decían “donde firmo”, porque eso hacia ante cualquier paro o manifestación; ignoró toda información que fuera en contra de su “estrategia” y subestimó el enemigo que tenía enfrente, que no quería ganarse unas reivindicaciones, quería el poder; buscó culpables de sus malos resultados siempre que pudo y creyó que le había tocado la mala suerte de gobernar en pandemia. Como se comió el cuento, que de repetirlo se hizo viral, de una polarización entre extrema izquierda y extrema derecha, que era en realidad entre el modelo socialista línea Cuba y democracia imperfecta, él optó por ser de “centroderecha” cuando lo llevó al poder la derecha. Pensó, como hoy piensan muchos en el planeta, que todo se resuelve hablando, evadiendo tener que pelear cuando toca. Duque es un burócrata, con perfil de organización multilateral. La diáspora venezolana la manejó ideológicamente y no con conciencia nacional y abrió el país a los que cruzaran la frontera sin pasar por campos de refugiados previos. Hoy la vicepresidenta se queja que eso salió mal, lo cual muestra una de las claves del burócrata, el mundo se debe comportar como yo pienso y no como es en realidad. Se llama burocrautismo.

Temas del Día