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La recuperación en dos pistas
Los gobiernos nacional, departamentales y municipales han decidido reabrir la economía.
Martes, 6 de Julio de 2021

Somos conscientes de que Colombia, con cincuenta y un millones de habitantes, ocupa el tercer puesto mundial de muertes y contagios diarios de la COVID-19. Solo nos superan India y Brasil, la primera con mil cuatrocientos millones de habitantes y el segundo con doscientos veinte. Como India y Brasil, nuestras UCI están a reventar; y nuestro sistema de salud se encuentra bajo grave estrés, empezando por nuestros médicos y personal sanitario a causa de este uso masivo de la infraestructura de urgencia y de la presión para mantener un alto ritmo de vacunación, después de haber llegado tarde al inicio del proceso.

Es en ese contexto que los gobiernos nacional, departamentales y municipales han decidido reabrir la economía. Pudieron más los desempleados que los muertos. Boris Johnson lo dijo en Inglaterra: que se apilen cuerpos y no cesantes. Es un cambio ético desde la cima política global, chocante, dramático y novedoso que constituye precedente para futuras pandemias. Ni Biden, ni Putin, ni Xi, ni Merkel pudieron contra esta dura realidad. Australia y Nueva Zelandia patalean, pero no durarán. Las pandemias se tienen que atender con sentido de futuro, para los que quedan. Que esté bien o mal, lo dirá el tiempo.

Nuestra receta económica tiene el ingrediente del paro, con bloqueos inauditos que no cesan, a pesar de que los organizadores ya no quieren ser los responsables del caos. A la parálisis viral se sumó la de los puertos, la del transporte, la de las materias primas y en general la de la movilidad y la confianza.

Las finanzas públicas siguen en la incertidumbre, sin horizonte claro de financiación y con el riesgo para las empresas de que el ofrecimiento gremial al congreso, de pagar por los gastos de la pandemia, se convierta en un desplume generalizado al sector privado, peor que su propia parálisis. Cuando alguien se ofrecía en el París revolucionario para poner su cuello en la guillotina, le cortaban la cabeza sumariamente. Es necesaria una ley de financiamiento, sí, pero no con la debilidad que produce haber intentado con culpa grave una reforma tributaria que no se podía proponer. El proceso en el parlamento puede salir muy mal si no se tienen los cuidados y no se ganan los pulsos requeridos para lograr decisiones sensatas.

Recuperar la economía en medio del desasosiego civil es aún más trabajoso, pero no imposible. Hay que recuperar el empleo, y sus fuentes están en las pymes, en la infraestructura y la vivienda, en el turismo y en la fortaleza de la tesorería general de la nación. Hay que soltar toda traba que impida la creación inmediata o el crecimiento de las empresas; mantener la renta básica y empezar a llamarla sí, sin miedo; desatar los proyectos de infraestructura nacionales, departamentales y municipales; con todos los cuidados, promover el turismo nacional e internacional, este último si salimos claro está del triste tercer puesto. Hay que abaratar las materias primas golpeadas por los costos logísticos y por la sobredemanda de la recuperación; para el acero, quitar urgentemente las salvaguardias y bajar los aranceles ya para hacer más obras, más área de vivienda y lograr un metro de Bogotá menos caro. Lo mismo debería suceder con las demás materias primas y bienes de capital importados.

Para nuestro frente externo, que se ha desempeñado bien en esta coyuntura, mantener la exitosa política de apoyo a los exportadores no energéticos es vital. Y al mismo tiempo, así suene a pecado, volver al apoyo a la explotación de energía fósil. No me canso de decir que petróleo, carbón y gas se irán, pero no ya; y que sus precios internacionales se mantendrán al alza en el mediano plazo, precisamente porque van a ser fuentes escasas de energía. Colombia debe aprovecharlas al máximo si quiere tener cómo servir la enorme deuda contraída recientemente. Podemos desarrollar la solar y la eólica, pero exportar la fósil febrilmente, como si se fuera a acabar…

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