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La mudanza
Viviendas y Valores se fue consolidando hasta convertirse en adalid de sociedades constructoras e industriales.
Domingo, 9 de Agosto de 2015

De las estancias también se trastean los espíritus. Y rondan por los nuevos espacios, porque estampan en ellos su huella: así sucede con Eustorgio Colmenares Baptista y Gustavo Ararat Negrón, quienes han pasado por tres recintos, o cuatro, quizá, si se cuenta la oficina de la fundación de Viviendas y Valores (1972), en el edificio San Martín, en la cual funcionó tres años.

La empresa se fue consolidando hasta convertirse en adalid de sociedades constructoras e industriales –Cerámica Italia-, las cuales incluyen ahora a Álvaro Salgar, formado desde el cariño de los mayores como hijo adoptivo.

Y creo que los duendes nobles apoyaron la circunstancia: se sembraron primero en la avenida Cero con calle 17, por 15 años, donde comenzaron la labor de crecer, con la médula de la perseverancia, con Gustavo Ararat y Eustorgio Colmenares, entonces vivos, quienes se proyectaron como gestores de liderazgo y fantasmas antes de tiempo; luego, con el tesón de Raúl Colmenares Ossa, la bondad y el madrinazgo de Marleny Maffla de Ararat, y con gente adherida al cariño que trabaja aún con esmero para fortalecer, continuamente, la esperanza. (Raúl cargaba las cajas de cerámica en su carro y las llevaba personalmente a las obras).

Después, construyeron el edificio de la Calle 2N, sin dejar la avenida Cero, hasta ahora tradicional punto de referencia –“déjeme en la esquina de Viviendas y Valores” decía cualquier pasajero al taxista o, así, pedía la parada en la buseta-. Allí, por 25 años, convergieron las ilusiones de todos, incluidas las de hijos y nietos de los fundadores, como un eco que llama a la unión y a la constancia de algo que, actualmente, es más que un compromiso de familia, porque trascendió a la región y persigue un porvenir grandioso.

Ahora, se inicia otra sede en la calle 11, moderna, como la esperanza de la empresa: hogar, otra vez, de los fantasmas, también cerca de la avenida Cero, en un edificio hijastro, Holiday Inn, donde estarán quién sabe cuántos años más, dejando que los nietos y bisnietos de todos continúen la misión.

 

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