La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
La misa ha terminado
En Colombia es habitual que cuando se investiga a un político éste se declare perseguido y, en consecuencia, se victimiza.
Viernes, 9 de Septiembre de 2016

El Consejo de Estado declara nula la elección del procurador Alejandro Ordóñez por violación al artículo 126 de la constitución que prohíbe a un servidor nombrar en cargos que no son de carrera “a familiares cercanos de quien sea competente para su designación”, es decir, nadie debe ser elegido por los mismos a quienes ha hecho elegir. Y eso es lo que hizo Ordóñez: nombró en cargos estratégicos de la Procuraduría a familiares de quiénes ayudaron a su reelección. Y más: pidió a la Corte Suprema absolver a Javier Cáceres por parapolítica. Javier Cáceres fue ficha clave para la reelección de Ordóñez a la Procuraduría. Ordóñez también decidió  archivar el caso de Juan Manuel Corzo por parapolítica. Juan Manuel Corzo fue el presidente del Congreso cuando Ordóñez fue reelegido. Idéntico beneficio recibió  Carlos Barriga y Manuel Guillermo Mora. Sin embargo, la nulidad de la elección de Ordóñez se da por serias irregularidades (violación al artículo 126 de la Constitución, como ya dije). Una terna de tres (algo insólito): en fin. El Consejo de Estado llevaba trabajando en ese tema desde hace rato y si no falló antes fue porque Ordóñez dilató la cosa con una montaña de recusaciones, pero ya quedó demostrado que su elección es espuria. 

De modo, señores, que esto no tiene nada que ver con Timochenko ni con los acuerdos de La Habana. Esto es corrupción. No es persecución política, como irresponsablemente (cínicamente), ha dicho a medios de comunicación, el señor Ordóñez (empecemos ya por no volver a decirle procurador)  y el Centro Democrático en bloque.

En Colombia es habitual que cuando se investiga a un político éste se declare perseguido y, en consecuencia, se victimiza. O pide asilo en Panamá o Estados Unidos, como han hecho algunos  funcionarios del ex presidente Uribe. 

Alejandro Ordóñez está lejos de ser víctima de nada. Al contrario, es el culpable del retroceso moral de la nación. Convirtió un país de espíritu liberal en una caverna de camándula y birrete. Desde la  quema de libros en su remota juventud en Bucaramanga (con secuestro y amordazamiento al bibliotecario de la Gabriel Turbay), hasta la persecución medieval contra todo aquél que no comulgara con sus ideas oxidadas. En  la prensa de 1987 (como lo reveló Daniel Coronell y cuyo libro “Recordar es morir”, recomiendo leer con urgencia), el señor Ordóñez dijo que las autodefensas se ajustaban a las normas de la moral social y, además, se opuso a los dirigentes políticos y sociales que denunciaban este fenómenos delincuencial. 

Durante su periodo como procurador, Ordóñez pavimentó el camino para instaurar en Colombia una derecha retrógrada, criminal y excluyente. Fue una misa larga, la que tuvimos que soportar. No fue, sin embargo, una misa negra, como la del injustamente olvidado  Anton  Szandor La Vey. Fue una misa Lefebvrista: de espaldas al país, y en latín, para que nadie entienda. Lo único que entendemos, afortunadamente, es que la misa ha terminado.

Temas del Día