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Hacer gavilla
Hacer gavilla es diferente del bulling, del que ahora tanto se habla, porque el bulling lo puede hacer una sola persona, mientras que para que exista la figura de gavilla debe haber varios atacando al que está solo o en inferioridad de condiciones.
Martes, 17 de Agosto de 2021

El diccionario define la palabra gavilla como un conjunto de ramas o de espigas. Así se habla de gavillas de trigo, por ejemplo. Pero entre nosotros, hacer gavilla es juntarse varias personas para amedrentar a alguien que está solo. Y gavilleros son los que se juntan en montón para montársela al que se la pueden montar. Los gavilleros se aprovechan de que son mayoría y por lo menos asustan.  

Hacer gavilla es diferente del bulling, del que ahora tanto se habla, porque el bulling lo puede hacer una sola persona, mientras que para que exista la figura de gavilla debe haber varios atacando al que está solo o en inferioridad de  condiciones.

Estaba yo en la escuela cuando por cualquier motivo resultó un compañero desafiándome a los puños. Yo nunca he sido un peleador porque profeso aquel sano principio que dice: “ES preferible que digan aquí corrió fulano, y no que digan aquí cayó fulano”. Pero ese día estaba yo de malas pulgas, y le salí al ruedo. Estábamos en el recreo y de inmediato los demás compañeros nos hicieron ruedo: la gran mayoría apoyando a mi contendor, y unos dos o tres dándome el  valor que yo no tenía.

Puños van y puños vienen, de pronto, con la ayuda de mi ángel de la guarda, que nunca me desampara ni de noche ni de día, logré acomodarle un tochazo en la nariz y se la reventé. Cuando empezó a sangrar se me vinieron sus dos hermanos y entonces tuve que vérmelas con los tres. Me hicieron gavilla y no pude defenderme. Creo que a mi ángel de la guarda también le dieron porque no volví a sentir su ayuda. En ese momento sonó la campana de la escuela, indicando que el recreo, es decir, la pelea, había terminado. Como dicen los narradores de boxeo, literalmente me salvó la campana. O de pronto, mi ángel viendo que estábamos en desventaja, corrió a la campana y la hizo sonar. Éramos dos contra seis. Mi ángel y yo contra los tres hermanos y sus tres ángeles. Nos dieron una tunda, pero no nos rendimos. Desde entonces, cada vez que me veo en apuros ante gavilleros, invoco a mi ángel protector y él acude, aunque a veces no tan rápido como yo quisiera.

Las gavillas son encaramadoras. Vi en los noticieros cómo los de la primera línea, en los recientes paros, se le iban en gavilla a cualquier policía que veían solo, y lo atacaban con saña y efervescencia. 

Alguna vez la guerrilla nos salió en la vía a Sardinata, un día de paseo. Los guerrillos iban, literalmente, armados hasta los dientes. Nosotros, temblorosos de voz y de canillas, descendimos del carro, mostramos papeles y abiertos de piernas aguantamos la requisa. Les mostramos las ollas y la carne oreada pal sancocho y nos dejaron pasar. Otra vez mi  ángel custodio se portó a la altura: “Sigan, pero no nos han visto, ni comenten nada”, nos dijo el comandante. ¡Gavilleros! 

El sábado pasado tuve otra experiencia de gavilla. Tocaron a la puerta de mi casa, suave, muy suavemente,   y eso me inspiró confianza. Así que abrí, sin preguntar siquiera el conocido “¿Quién es?”. Y me llevé la sorpresa del siglo. Eran cuatro. “Gavilla”, me dije. Cuatro mujeres. Llevaban mascarilla, es decir tapabocas. Dos adelante y dos atrás. Levanté las manos y quise decir: “Llévense lo que quieran, no me hagan nada, por favor”, pero sus risas las delataron. Eran cuatro hermanas, formidables amigas mías, que me llevaban unas hayacas para el desayuno del domingo. ¡También hay gavilleras buenas!     

gusgomar@hotmail.com


 

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