Un buen día de julio Iván Darío Gil Bolívar, dibujante yarumaleño paisano del padre Diego, se salió del cuero, viajó a Bogotá, hizo el mural de cara más grande del mundo, y regresó a su base en Medellín feliz de haberle dedicado 60 metros cuadrados de arte al padre Rafael Garcia-Herreros.
Los devotos del curita podrían gestionar el Guinness Records por ese mural. “Los hay más grandes, claro, pero no de cara”, aclara Gil Bolívar a los escépticos.
La del mosaico fue la original manera que se le ocurrió de rendirle homenaje al ilustre religioso que trota hacia los altares.
Gil Bolívar se declara “mosaiquista por afición después de haber trabajado toda mi vida en la producción de implementos para emergencias y desastres”.
Hombre práctico, este rotario tiene, pues, dos oficios lícitos conocidos: uno para levantar los garbanzos y otro para deleite espiritual.
El trotamundos del Gil – quien suele recorrer el camino de Santiago- fue a Ravena, Italia, la mata de los mosaicos, asistió a algunas clases sin pagar un peso, aprendió la lección… y los que se dedican al oficio del que se han beneficiado personalidades paisas como Santa Laura, y Marco Fidel Suárez que se dejan apreciar en Jericó y en la estación del metro en Bello.
El de García-Herreros fue el primero mural que hizo fuera de la parroquia medellinense. Comparte plazoleta del Minuto de Dios con otros artistas, incluido el maestro de Fredonia, Rodrigo Arenas Betancourt.
El padre que abandonó la pasarela hace 25 años es Siervo de Dios, pero no tiene afán, ni padrinos en el Vaticano. Sin prisa, el padre Diego impulsa la causa, en los tiempos libres que le deja su participación en las mañanas en la Emisora del Minuto. Y en todo lo relacionado con la Fundación que preside.
Es un relajado programa para oír: por ejemplo, nunca muere nadie. Y si muere, lo hizo hace dos mil y pico de años. Me refiero a Jesús de Nazareth.
Los vaticanólogos que nunca faltan dice que la campaña del padre Rafael por televisión por volver al redil al capo Pablo Escobar, podría demorar la causa.
“Minutico” de Dios Jaramillo es posiblemente el colombiano más conocido como que todos las noche, en tiempo triple A, antes de los “morticieros” de televisión, tira línea teológica que termina con la frase tal vez más conocida: “Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó y la noche que llega”.
Gil Bolívar le hizo la propuesta del mosaico a su paisano Jaramillo al lado del que hizo del beato Marianito Eusse, a la entrada de Angostura, municipio situado a un rosario de Yarumal. El mosaiquista tentó a su paisano como la serpiente tentó a Eva: ¿Y si hacemos un mosaico de cara más grande que éste?
Como lo malo de no caer en las tentaciones es que después no se vuelven a repetir (lo dijo Wilde), el padre Diego, finalmente aceptó. Y García-Herreros se convirtió en mosaico.
Al momento de entregar la obra, Gil Bolívar comentó ante los asistentes que “fueron varios meses de paciencia, dedicación y fatiga para que esos más de 123.000 fragmentos de cerámica en mis manos, en las de mi esposa, en las de mi hijo y en las de mis colaboradores fueran creando ese rostro que yo mismo contemplé con admiración al retirar el papel soporte que lo contenía”.