De 1930 a 1970 nuestra educación regional estuvo muy marcada por los patrones pedagógicos de los padres Eudistas, de los Jesuitas en retiro y de los Hermanos Cristianos. ¡Ah! y la metodología de las Escuelas Normales Superiores, que con tanta historia no pierde la huella lancasteriana de la enseñanza mutua y que las contiene a todas, con multiplicador, porque forman maestros.
La anterior advertencia, la hago para referirme a la parábola vital y profesional de Fernando Velandia, en estos días que reflexioné con algunos amigos sobre los Servicios Públicos domiciliarios de Acueducto y Alcantarillado de Cúcuta. Cuando uno advierte su trasegar asiduo e infatigable de servicio a la comunidad con la probidad y la calidad con que lo hace, se pregunta y ¿a qué horas se dedica a sus inquietudes humanísticas? Y encontramos una respuesta indubitable; ah, es que antes que ingeniero y Magister en Gerencia, es normalista superior.
Entonces se nos viene a la cabeza esa formación normalista que ya anunciamos y que las contiene a todas, porque a pesar de los vaivenes políticos de las historia de Colombia, la educación siempre se ató a la influencia de la iglesia y de contera al humanismo inoculado por la pragmática integral que dejaron en el Colegio Viejo de Pamplona los jesuitas, que luego llegó a las manos de los Hermanos Cristianos. A la metodología que luego refinaron los padres Eudistas en los bellísimos Claustros del seminario conciliar, con la fachada y la espadaña de cal y canto de la capilla que arrasó la barbarie, para construir un hotel.
Con tal explicación, puede uno entender, al poeta que le hace versos o le traza caminos abiertos a Durania, que le escribe su historia a sus fundadores y a su partido Liberal, o sus vivencias intimas de tempestades y de vientos. ¿Qué normalista superior no hace versos o escribe cuentos y novelas, así permanezca clandestino? No sé, si etapa formativa en Pamplona se realizó en la época de la Rectoría del Padre Uribe, arrogante e imponente con su testa erguida, carlista hasta los tuétanos y del rancio estilo “neo- pamplilonensis”, como decía el Padre Pinilla Cote.
Otra estampa de Fernando Velandia Caicedo es la del Ingeniero, la del Técnico, la del Magister en Gerencia Pública que le da tiempo para investigar sobre vectores, para manejo de lodos en plantas de potabilización de aguas. Para escribir un manual de normas hidráulicas para la ciudad de Cúcuta, o la del especialista en temas ambientales.
En estos días, en que se vienen dando tantas cosas, relativas a los problemas de nuestro desarrollo futuro, en los que se subestiman los aspectos sustanciales del mismo y se sacrifican por euforias coyunturales; leí y releí el libro de Fernando: “Del Río Pamplonita al Rio Zulia” e imaginé ese futuro al 2060, con el rio Pamplonita muerto y el Rio Zulia agonizante, más o menos, como está el primero hoy.
Sin la Represa de Senén Botello, sin los embalses del Pamplonita de Hernando Ruán Guerrero, sin mi embalse de “La amarilla”. Tantos sueños que compartimos desde 1973 cuando Botello Rangel y Ríos Omaña nos vincularon a la Empresas Municipales. Pensar que hoy, Cúcuta anda como Detroit, cuando empezó a marchitarse; solo avisos de “Se vende”, o “Se Arrienda”, porque; ya todo el mundo se va y tratamos de salvar una ciudad que nos dejaron en concordato.
Adenda: Al Señor Vicepresidente cuando leyó los textos de la Paz de la Habana, le ocurrió lo mismo que a Woody Allen: ““Hice un curso sobre lectura rápida y leí Guerra y Paz de Tolstoi en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia.”