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Columnistas
Evocando al Chinche
Los nuevos programas de humor de la televisión colombiana no me producen ni cosquillas.
Sábado, 4 de Julio de 2015

Confieso que los nuevos programas de humor de la televisión colombiana no me producen ni cosquillas. Sus libretos son un monumento a la ordinariez, a la salida insulsa, al chiste flojo, que más parece una receta contra la gastritis, que un verdadero antídoto contra la languidez y el aburrimiento.

En medio de tanta falta de imaginación, añoro con profunda tristeza aquellos domingos en que me preparaba mentalmente, desde las seis de la mañana, para disfrutar anticipadamente de un programa que debería empezar a las siete y media de la noche, pero que en nuestro interior se iniciaba desde el primer resplandor del amanecer.

La variedad de comentarios sobre la facha estrafalaria de “Don Chinche”, aquel maestro de carpintería experto en mecánica y plomería, ducho en pintura y latonería, quien, además, sobresalía por enamorado y charlatán, pasaban de lengua en lengua, como chisme de Palacio.

Personalmente creo que lo más rescatable de “Don Chinche”, era su mundo interior. En estos tiempos donde cada quien hace lo que le viene en gana, donde la generosidad se ha venido convirtiendo en un raro espécimen, porque la actitud ventajosa acabó con la conmiseración ajena, donde el acendrado nacionalismo ha dado paso a la gavilla infame, donde la verdad institucional ha sido cambiada por la mentira mediatizada, personajes como el mencionado nos deleitaban todos los domingos con unos libretos impregnados de amor y absoluto desprendimiento.

De los integrantes del programa me enterneció profundamente, el respetable abogado Andrés Patricio Pardo de Brigard. Santafereño de pura cepa, de aristocrática y rancia estirpe, de lo cual daban fe sus apellidos. Su dignidad y su excelente condición humana terminaron acorraladas por culpa de sus colegas tramposos y desleales. 

Su vestido azul de chaleco y desgatado corbatín de anudar, al final terminaron siendo, junto con su placa de abogado, su único patrimonio.

De aquel elenco del pasado recordamos, también, al Culebro Casanova. 

Compañero de oficios de Don Chinche, era quien conseguía los clientes y se encargaba de cobrar los servicios. Su mano de obra no era nada eficiente, pero su endemoniada carreta era todo un éxito al momento de justificar honorarios. 

Sus descoloridas botas de vaquero y su braga de color azul, siempre untada de grasa, daban la sensación de un hombre a quien le sobraba el trabajo.

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