Gracias a un árbol nacimos a la vida. Si no fuera porque la feminista y libertaria mamá Eva tuvo el feliz desliz de comer de la fruta del árbol prohibido, seguiríamos siendo la diezmillonésima parte de un carajo. Eso sí, el medio ambiente seguiría entero.
Si las tablas de la Ley no hubieran sido escritas en madera se habrían borrado hace tiempos. (En madera de piedra, aclara el libro del Éxodo). Para perpetuar esa costumbre de convertir el árbol en rotativa o tablero, sin darle crédito a Moisés, inventor del arte de escribir en los árboles, los enamorados suelen grabar en las cortezas el nombre de la dueña de sus insomnios. Y de sus quincenas.
Una gitana le leyó la palma de la mano a un árbol: “Hay un papiro en tu futuro”, le vaticinó. Después nacería el papel periódico que serviría para todo. Inclusive para madurar aguacates y candidatos presidenciales. Amén de menesteres menos amables en el inodoro.
¿Qué es el periódico que leemos si no árboles convertidos en nutritiva sopa de letras? Los libros, las bibliotecas, están hechos de la misma tela de los árboles que los contienen. (Sospecho que en la frase anterior estoy pirateando a alguien).
¿De qué bejuco nos colgaríamos si no tuviéramos árbol genealógico? Feliz vivía Tarzán cuando tenía el bejuco por metro o bus, y a su mujer, Jane, por deliciosa cárcel.
El sueño – el mejor invento del bobo sapiens después de la mujer- se disfrutaba sobre unas buenas y anoréxicas tablas. La ergonomía y yerbas afines acabaron con ellas. Ahora se duerme sobre colchones con internet y condón incorporados.
Esa mesa en la que se ponen las viandas lleva por dentro todas las serenatas que cantaron los pájaros en las ramas árboles de los cuales se extrajo. Póngale el oído a su mesa y oirá un rumor cercano de trinos.
Las primeras vocales y consonantes las aprendimos en la escuela en ese pupitre incómodo que alguna vez fue pino. Algo parecido se puede decir de la regla con la que nos castigaban cuando se nos iba la mano en indisciplina (que para nosotros era simplemente vivir).
Escrito está: quien a buen árbol se arrima...
No sólo mueren de pie. Las palmas de cera del Quindío de donde se sacan las palmas que se han utilizado los domingos de ramos para inaugurar la Semana Santa, están muriendo en silencio.
Si no fuera por los árboles, ¿dónde depositarían los perros los mensajes de amor que dejan a su harén cuando levantan la patica?
Al final del camino a Ítaca de todo mortal reaparece el árbol, ya horizontal, convertido en prosaico ataúd. Con esta fugaz piyama de madera ingresamos a la eternidad convertidos en polvo.
Por todo lo anterior, felicitaciones, árbol, en tu día, el 12 de octubre…