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El virus de la mentira
La mentira ya es un recurso común y sirve para impulsar en lo público las peores causas.
Sábado, 10 de Octubre de 2020

Entre las prácticas viciadas o degradantes llevadas a la política está la mentira. Y esta se utiliza con fines perversos para descalificar al adversario o desprestigiar todo lo proveniente de su iniciativa o de su acción.

La mentira ya es un recurso común y sirve para impulsar en lo público las peores causas. Es una forma de engaño, de distorsión, de falacia, con articulación a la corrupción, al autoritarismo, al abuso de poder, a la violencia o a cuanto acto se preste para anular la democracia.

Con la mentira se han sostenido las dictaduras o los regímenes de opresión.  Es un tóxico destinado a crear confusión, a fabricar versiones contrarias a la realidad, para consolidar intereses a la medida de privilegios que se nutren de la desfachatez y la codicia.

Esa estrategia de mentir produce réditos relacionados con el poder público, porque bajo su influencia los ciudadanos incautos o mal informados son arrastrados a decisiones equivocadas. Es decir, respaldan propuestas que tienen fines contrarios al bien común.  Así pudieron sostenerse gobiernos que hicieron posible el enriquecimiento ilícito de quienes tenían el manejo del poder. Además de la mentira usaron la fuerza como apoyo a su picardía. El nazismo y el fascismo, en Alemania e Italia, en el siglo XX, fueron producto de la mentira como motor de la política y del Estado. Actualmente en Estados Unidos el presidente Donald Trump, es líder que tiene la mentira como anzuelo de la pesca en que está empeñado en las agitadas aguas de la Casa Blanca.

En Colombia también la mentira está servida como plato fuerte de la política. Y se ha generalizado al calor de los hechos cotidianos. En la campaña del plebiscito sobre el acuerdo con las Farc fue servida en forma abundante por el uribismo, con el empeño de cerrarle el paso al proceso de reconciliación.

El estribillo del castrochavismo es una versión mentirosa en los términos en que lo presenta el Centro Democrático y en especial el expresidente Álvaro Uribe. Lo que ellos llaman castrochavismo corresponde más bien al modelo de Gobierno que buscan imponer en Colombia.

Sin el menor pudor se dicen muchas otras mentiras, a lo cual se prestan medios y periodistas que parecieran ser voceros oficiales.

Los congresistas del Centro Democrático no se ahorran mentiras y las dicen con una convicción que se convierte en pedantería. Es como escuchar también al exministro Juan Carlos Pinzón o al exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez o a la exsantista María Andrea Nieto en el programa Debate de Semana.com, pontificando como sabios con argumentos que son repertorio de mentiras, adobadas con el odio que sienten por el proceso de paz que ellos rechazan desde sus sentimientos de derechistas consumados.

Con ese surtido de mentiras se busca cerrarle a Colombia cualquier posibilidad de cambio que ensanche la democracia y un desarrollo social con equidad.

Puntada

Tiene razón el columnista Ramiro Bejarano cuando advierte que no debe elevarse a pecado la crítica a los actos agresivos de los militares, como si tuvieran patente de corso. Ellos hacen parte de una institución que debe estar sometida a la veeduría ciudadana.

cflorez@laopinion.com.co

ciceronflorezm@gmail.com

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