El derecho a elegir tiene reconocimiento y validez universal. Es expresión de la democracia cuando su ejercicio se garantiza libre de fraude o de presiones que lo distorsionan.
El voto ciudadano para la provisión de servidores públicos en las ramas ejecutiva y legislativa del poder, con funciones de gobierno, es un acto de altísima responsabilidad y por lo tanto debe hacerse en forma consciente, tomando en cuenta el interés general, así cada quien lo decida conforme sus convicciones políticas.
Para preservar la legitimidad del sufragio se impone la exigencia de la transparencia en todo el proceso electoral. Es decir, que no esté amarrado a manipulaciones tramposas, ni a la corrupción de la compra del voto, como parece ocurrir en algunas regiones del país.
El domingo 13 de marzo Colombia elegirá los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes, las dos corporaciones legislativas que forman el Congreso. También se escogerán tres candidatos a la Presidencia de la república de igual número de coaliciones de partidos y movimientos de diferentes matices ideológicos.
Los resultados de esos comicios mostrarán el rumbo que puede tomar el país, aunque quedará pendiente la decisión con respecto al presidente para el período 2022-2026.
Lo que se va a decidir en las elecciones de este 2022 tiene para Colombia la mayor importancia. Es el futuro de la democracia.
La nación necesita cambiar en el sentido de corregir el deterioro en que está sumida. No puede seguir sumando brechas de desigualdad en su sociedad, ni consintiendo el sistema de corrupción que la asedia. Tampoco le cabe más violencia atizada por grupos armados de toda marca.
Es igualmente alarmante la ligereza con que los altos funcionarios del gobierno interpretan los problemas. Es lánguida la respuesta rutinaria de los ministros de defensa y del interior frente a la violencia criminal. Toda la culpa la ponen en cabeza del Presidente de Venezuela y el narcotráfico. Otras veces le abren expediente al expresidente Santos. Y ya van en Putin. Es como si Colombia no tuviera gobierno. Así, los problemas del país se vuelven lejanos para quienes debieran responder por las soluciones.
Ante el cúmulo de fracturas en el conjunto nacional, las cuales suman un deterioro de alto impacto negativo, los ciudadanos deben señalar el cambio que garantice soluciones, aplicando una dinámica democrática, a fin de que todo responda a la unidad del pueblo.
El cambio no corresponde a ninguna beligerancia populista, ni a directrices que pretenden poner el país en condiciones precarias. Lo que se espera es sacarlo de la crisis a donde lo han llevado quienes gobiernan. Y el voto es un arma democrática para ese empeño. Por ello hay que darle la importancia que representa. Los ciudadanos deben tomar en cuenta el poder que está en su decisión y no debe frustrarse o festinarse.
Con el voto hay que sacar a Colombia del lugar equivocado y darle la dimensión de fortaleza que le corresponde.
Puntada
La manifestación por la paz realizada en Cúcuta hace pocos días reafirmó el espíritu de convivencia en esta región de Colombia. Hay que mantenerlo y desarrollarlo al máximo para que lo sientan los tejedores de odios y de sectarismos cavernarios.
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