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El paso del tiempo
El pasado es inmutable y el futuro, incierto.
Sábado, 10 de Septiembre de 2022

¿Qué es en realidad el tiempo? Podría decir que es ese tesoro, hoy tan escaso. En esta sociedad de consumo desenfrenado y de vacíos existenciales, ya nadie tiene tiempo, todo es afán; todo es inmediato, nada es profundo y no hay “tiempo que perder”, pero en realidad la historia nos demuestra que estamos equivocados frente a lo que creemos por espacio-tiempo. Basamos nuestra vida en el cálculo del tiempo, el pago de cuotas, los horarios laborales y académicos, los momentos significativos, etcétera.

Pero nada de lo anterior es posible de medir, teniendo en cuenta que, si fuera el calendario juliano, tendría características de meses de 25 días y un año bisiesto cada cuatro años, cuando se cruza la línea del trópico.

La reforma gregoriana se dio en 1582, de ella se deriva la similitud de nuestro calendario en concordancia de las acciones litúrgicas y que diferencian a su vez la pascua judía y la Iglesia ortodoxa; ni hablar que Egipto, basado en los movimientos de la Luna, lleva quince mil años de ventaja.

Los años se iniciaban los primeros de marzo. Además, era estratégico para planear las guerras celtas; desde allí nos concedieron el calendario que hoy conocemos diferente al de los mayas o incluso al de China que se compone de 365 días al año, dividido en 12 meses, excepto los bisiestos que tienen un margen de error de tres días cada 400 años.

Por lo anterior, se convirtió en costumbre llamar a los días por los santos de devoción, como el 22 de noviembre, el día de santa Cecilia. Los imperios también intervinieron de manera directa en el orden de los mismos; Roma propuso: “martius, aprilis, maiuis, junius, quintilis, sextiles” y así en adelante. Los días de sol fueron entregados al culto de Mitra, representante del Sol y son de descanso, que luego, en el 383 a.C., fueron denominados por Teodosio “dominicus”, domingo, día del Señor, según los cristianos.

Pero, ¿cuándo se originó el tiempo? Hace unos quince mil millones de años sucedió un fenómeno cósmico llamado “big bang o gran estallido” que dio origen, en ese preciso instante, al Universo. En menos de un segundo, se creó toda la materia, energía, espacio y tiempo.

El tiempo es lineal, seguirá avanzando hacia adelante hasta la muerte del Universo.  El pasado es inmutable y el futuro, incierto.

La revelación de Einstein consistía en que los observadores en movimiento relativo experimentan el tiempo de manera diferente: es perfectamente posible que dos acontecimientos tengan lugar de manera simultánea desde la perspectiva de un observador, pero que ocurran en momentos diferentes desde la perspectiva del otro. Es así como propuso que el nexo de unión era la geometría: lo que ocurre, dice Einstein, es que, en presencia de una masa, el espacio-tiempo se “deforma”, de modo que cualquier otra masa nota ese espacio deformado y se ve obligada a seguir trayectorias diferentes a cuando estaba el espacio sin deformar (sin ninguna masa).

Einstein describe en su teoría de la relatividad especial que el tiempo es relativo, que se expande y se encoge, que los agujeros negros tragan energía y la modifican en otras dimensiones cósmicas. Esto ya no lo dudamos; lo hemos visto con las últimas imágenes del telescopio James Webb, pero no nos gusta que sea así y desafiamos a las leyes de la física inventando los relojes para que nuestros minutos tengan el mismo tictac que todos: sesenta. Y contabilizamos nuestro pasar por este pequeño estallido de luz en medio de la oscuridad. Así pues, la pregunta es: ¿En serio no tenemos tiempo? o ¿en qué tiempo estamos? Debemos disfrutar la lentitud de la existencia a la velocidad del tiempo.

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