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El ocaso de la U
¿Quién iba a pensar que el partido que puso los residentes de la Casa de Nariño en tres oportunidades iba a quedarse sin candidato?
Sábado, 12 de Agosto de 2017

En Colombia no ha existido una cultura partidista fuerte debido a que los partidos no son sinónimo de vértices ideológicos o morales sobre la política, sino simples medios para alcanzar escaños y favores.

No es que los colombianos no quieran ser adeptos a un partido porque les guste cambiar en cada elección sino porque todos son lo mismo. Si bien unos cuantos se jactan de sus principios orientados a la equidad y la justicia social (aspectos considerados como “de izquierda”), la mayoría son iguales: Un mismo vestido con diferentes zapatos y accesorios. Por eso no es ninguna sorpresa que en nuestro país los candidatos parezcan camaleones y cambien de ideología y hasta de dogma en cada elección, no existe continuidad en ellos porque en los movimientos políticos tampoco la hay.

Si en el momento de hacer campaña el primer lugar de la agenda lo ocupan los animales, ellos prometerán darles voz y protección; si en vez de eso lo que priman son los derechos de las minorías, ellos buscarán la manera de mostrar empatía; o, si lo que llama la atención es el cuidado de los recursos naturales, ellos se pondrán camisetas verdes con poliéster 100% reciclado.

No digo que sea algo malo, pero sí es aburrido y poco estratégico, porque no son los partidos los que están poniendo temas en el debate, sino es el debate el que está moldeando el carácter de los partidos. Y de esta forma, es muy fácil perder popularidad y fuerza política a largo plazo. Basta con mirar el descenso del Partido de La U para darse cuenta de que esto es cierto.

¿Quién iba a pensar que el partido que puso los residentes de la Casa de Nariño en tres oportunidades (consecutivamente) iba a quedarse sin candidato presidencial en uno de los momentos políticos más importantes de Latinoamérica (El fin de una guerrilla de gran tamaño y que ocasionó tanto daño)? Tampoco es más alentadora la situación de un partido como el Verde que tiene exceso de candidatos. Ambos casos evidencian la falta de metas claras de los movimientos políticos en Colombia y la ausencia total de un liderazgo eficaz capaz de unir a los inscritos en el partido respectivo. 

Pero el caso de La U es evidentemente más desalentador, porque no sólo no tiene opción para la mayor autoridad administrativa del país, sino porque está perdiendo actores importantes a nivel regional y local. Además, quienes fueron sus figuras más prominentes otrora, hoy son el centro de investigaciones judiciales. Todo es desfavorable para el Partido Social de la Unidad Nacional en este momento, eso sin mencionar la caída de la popularidad del jefe de Estado avalado por éste y la falta de ideologías vibrantes que conmuevan masas.

Tan mala es la situación del partido, que algunos prefieren saltar del barco como Theon Greyjoy –para los fans de Juego de Tronos– y aventurarse en un mar lleno de monstruos y corrientes impredecibles antes que hundirse en un navío que se ha quedado sin carbón electoral. Es más, hay quienes consideran que estar adscritos a La U puede ser un sinónimo de derrota en vez de una oportunidad. No es que quieran ser transfuguistas por deporte, sino que dado el abandono en el que se encuentra el partido, no hay otra opción. 

Es muy difícil saber en qué momento exactamente pasó esto, pero ya sucedió, y así el representante Deluque tenga fe en que Santos ahora sí va a tomar las riendas del partido, el despertar fue un poco tardío. Esto no quiere decir una extinción inmediata de La U, pero sí una transfusión no intencional del poder a otras colectividades como el Centro Democrático, que cuenta con mayor intención de voto, y Cambio Radical, que tiene gran dominio a nivel regional y local (12 gobernaciones, 155 alcaldías y 155 diputados son un ejemplo de ello).

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