Tetsushi Sakamoto fue nombrado por el Premier Yosihide Suga como el primer ministro encargado de lidiar la soledad de sus conciudadanos, especialmente con una consecuencia perniciosa de esta tragedia humana: el suicidio. Será el encargado en Japón de “coordinar los esfuerzos de otros ministerios y agencias” en estos campos. En medio de su discriminación ancestral, las mujeres tendrán especial atención pues son las que se sienten más aisladas y por ende las que tienen tasas de suicidio crecientes. El teletrabajo y la no socialización durante la pandemia, han llevado a los japoneses a sentirse cada vez más estresados y solitarios. Es 2020 el primer año desde la década anterior, en registrar un pico de suicidios.
El Reino Unido había creado un Ministerio para la Soledad en 2018, a raíz del aislamiento de sus viejos, que según cifras oficiales, costaba cuarenta y cuatro mil millones de dólares al año en gasto y baja de productividad; con la COVID la soledad se ha apoderado de grupos más amplios como los niños, los jóvenes y las mujeres. Tres damas han encabezado la cartera en estos escasos tres años, comprobando así las dificultades de la tarea. En honor de la laborista Cox, asesinada en 2016 por un neonazi que la acusó de oponerse a la grandeza de Inglaterra al tratar de impedir el Brexit, y quien propuso el debate de la soledad, se creó una Comisión que presentó su informe a la Primera Ministra May en 2017. Temprano en el 2018, May aceptó las recomendaciones de la Comisión, entre ellas la creación de un ministerio encargado de analizar la soledad, sus causas y consecuencias, los afectados y sus posibles soluciones. Su primera ocupante fue la conservadora Crouch, durante pocos meses. Presentó renuncia aduciendo “haberse quedado sola” frente a las medidas que deberían, según ella, ser adoptadas. La reemplazó Mims Davies, quien le dijo en su primera entrevista al Yorkshire Post que llegaba al cargo por su experiencia de soledad en la función pública y por tener a su cuidado un padre accidentado y paralítico durante 25 años. Aunque dejó huella presupuestal y de política pública sobre cómo enfrentar el problema, al año, fatigada, se movió al ministerio de pensiones, con seguridad más tranquilo y, en Inglaterra, menos solo… Ahora la soledad está en manos de una aristócrata, la baronesa Barran quien ha anunciado, como gran logro, la apropiación de dos millones de libras para proyectos comunitarios. Por el monto parece que también se ha quedado sola, como el 15% de los británicos, casi diez millones de personas.
Volviendo a Japón, la soledad se ha exacerbado no solo por la COVID reciente, sino por los desastres naturales y antrópicos que ha sufrido ese país en este siglo. La muerte de viejos sin nadie a su lado al expirar, llamada “kodokushi”, se ha convertido en una preocupación central. A la edad y a las tragedias personales de virus o desastres que generan aislamiento, se suma el hecho de no ser un segmento social ducho en la comunicación en línea. El aislamiento también ha afectado a gente joven que ha perdido sus trabajos por el cierre de oficinas, fábricas, servicios y escuelas. En 2020 se suicidaron veintiún mil japoneses, el número más alto desde la crisis económica de 2009. El número de suicidas masculinos se mantuvo; el de mujeres subió mucho; el de jóvenes estudiantes registró el pico mayor desde 1980. La soledad era vista en Japón como virtud; hoy todo el espectro político está de acuerdo en que la soledad necesita análisis y tratamiento. Además del suicidio, estudios dicen que afecta el corazón y otros sistemas vitales.
En Colombia hay 2,6 millones de solitarios; hay viejos solos; y parejas de viejos, solas: la “soledad de dos en compañía”. No será un ministerio la solución, sino la solidaridad familiar perdida. Así podremos evitar el aumento del suicidio en nuestros mayores de 50 años, como pasó en 2020, según el Instituto Nacional de Salud.