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El mal sistema de salud
Ya estudiaremos el contenido de los decretos, que estarán sujetos al control político del Congreso.
Miércoles, 15 de Abril de 2020

La situación de grave peligro en que se encuentra la población colombiana por causa del coronavirus y su rapidísimo contagio, y las increíbles circunstancias de desprotección en que se encuentra el personal médico y asistencial en todo el territorio, pero en especial, en zonas tradicionalmente abandonadas por el Estado –como el Chocó o la Guajira-, y en muchos municipios de otros departamentos, ha provocado, además de los justificados reclamos de las asociaciones médicas y de los propios trabajadores de la salud, las reflexiones del Gobierno y la adopción de medidas, con base en decretos legislativos dictados al amparo del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica.

Ya estudiaremos el contenido de los decretos, que estarán sujetos al control político del Congreso y al jurídico a cargo de la Corte Constitucional. Por ahora, es imperativo reconocer –y así lo debería entender el Gobierno, diseñando una reestructuración integral para conocimiento de las cámaras legislativas- que el sistema de salud vigente es inadecuado, injusto, ineficaz; que está en manos de intermediarios dedicados a negar tratamientos, intervenciones quirúrgicas y medicamentos, y a posponer indefinidamente las citas más urgentes; que las secretarías de juzgados y tribunales y de la Corte Constitucional  están congestionados con expedientes de tutela en solicitud de protección judicial ante los abusos de esos intermediarios; que el sistema se ha prestado para corrupción, como se ha visto en casos bien conocidos por la opinión pública; que, como se concluye de todo lo dicho y escrito en estos días por agremiaciones, médicos y pacientes, y por distintos funcionarios gubernamentales, en medio del Covid-19, los profesionales, auxiliares, enfermeros, camilleros  y demás trabajadores de la salud están, y seguirán estando, más desprotegidos que nunca. Una verdad inocultable que implica grave riesgo para todos.

Ordena el Gobierno a las entidades encargadas de prevenir y atender riesgos laborales y enfermedades profesionales que cumplan la tarea que les corresponde. Y eso está bien, pero no tiene en cuenta que, en muchos casos –si no en la gran mayoría-,  estos trabajadores y profesionales, inclusive quienes laboran bajo continuada dependencia, no tienen celebrados, como debiera ser, contratos laborales, sino contratos transitorios de prestación de servicios, sin estabilidad (son prorrogados de tiempo en tiempo, a voluntad de las entidades y muchas veces por recomendación política), sin prestaciones sociales, debiendo asumir ellos –como si fueran realmente independientes- la seguridad social y las cotizaciones para pensión. Ahora, a raíz de la pandemia, el Ejecutivo quiere que todos ellos –inclusive estudiantes de medicina y de postgrado-  estén disponibles de manera permanente, pero sin ninguna garantía para la protección de su salud y, por consiguiente, las de los pacientes a su cuidado.

Sabemos que los muchos problemas del sistema de salud, que vienen de atrás, no van a poder ser solucionados como por ensalmo, mediante la emergencia y en medio de la grave crisis del coronavirus, que presenta muchos otros frentes a los cuales debe atender el Gobierno. Pero es indispensable que, por ahora, más que discursos, condolencias y aplausos, se entienda que se requieren medidas urgentes e inmediatas. Y hacia el futuro, como decimos arriba, hay que elaborar un proyecto de reforma serio, completo e integral que sustituya la Ley 100 de 1993 y las normas que la desarrollan. Con otro enfoque.

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