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El guión de la evolución
En la soledad se desarrolla el nuevo sentido de saber mirarse a sí mismo, repasar los pasos del tiempo construido hasta ahora.
Domingo, 22 de Noviembre de 2015

La interiorización es fantástica y nada aburrida, como piensan los demás: sirve para abrir o cerrar caminos y originar alternativas, para iniciar un propósito bonito de evolución, para hallar un estilo de vida consecuente con las escalas que se han ido superando. 

E induce a reposar en la fantasía y tomar, de los sueños, aquellas bondades que restituyen la vocación de vivir y la esperanza de ser feliz.

En la soledad se desarrolla el nuevo sentido de saber mirarse a sí mismo, repasar los pasos del tiempo construido hasta ahora, e imaginar los nuevos escenarios para ir al camino central, en donde se halla el don de la madurez: la sabiduría.

Y no es cierto que ser sabio es conocer muchas cosas; serlo, es apreciar la esencia de belleza que hay en la vida, traslúcida en el ejemplo de la naturaleza, en el equilibrio entre lo objetivo y lo subjetivo, en el sentirnos animales vivos, en consonancia con esa misión que a los humanos nos fue encomendada.

Es irse despojando de lo inútil, escoger mejor las semillas que se siembran para el futuro inmediato y prospectivo, cultivar y cosechar los talentos, aprovechar los recursos con toda la energía espiritual posible y no ceder ante las presiones que el destino dispone como pruebas que deben superarse.

Entonces esas simientes se vuelven frutos y árboles, abundantes en oportunidades; porque del corazón sale como una especie de susurro consejero que ayuda, enormemente, a la bendición de los actos personales.

El silencio es parte del guión: sin sonar, ayuda a crecer en prosperidad interior, generosamente, con su misión de ser el eco apagado de la voz del universo: camina inquieto por todos los vericuetos del alma, revive recuerdos lindos, entierra odios, apacigua con un deleite musical, en fin, aporta su candidez de ser la sombra de Dios en nuestras consciencias.

Y en ambos, soledad y silencio, se da plena la libertad, que es el recinto de la profundidad del pensamiento, con una diáfana costumbre de aquilatar los paisajes que se vislumbran detrás del telón de los engaños que da la superficialidad.

Florece entonces la ilusión mayor de ser uno bueno y desear para los suyos que también lo sean: se marcan las huellas anticipadas de lo que hay que recorrer para alcanzar la plenitud.

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