El Gobierno Nacional, en su propósito de lograr un acuerdo con esta guerrilla, y confiando en que de parte de ese grupo insurgente, de verdad, existe un propósito de paz, le ha apostado a la vía negociada con ellos, como ha ocurrido con las Farc, cuyos 7000 guerrilleros ya se encuentran en los 26 puntos de desarme, dando lugar a la iniciación de uno de los momentos más significativos y esperados, como lo es la dejación de las armas.
El país, debemos decirlo poco cree en la sinceridad de ese movimiento guerrillero, y ha venido perdiendo la fe en la posibilidad de que algo positivo pueda salir de la mesa de diálogo con ellos. Y esa desconfianza no es gratuita, se sustenta en la irrefutable circunstancia, de que ellos se han encargado de minar, literalmente, el camino a un feliz acuerdo.
Sabemos que el secuestro extorsivo es una de sus prácticas prioritarias. Por tal razón, el jefe negociador del Gobierno, Juan Camilo Restrepo, en el acto de instalación de los diálogos, en Quito, el pasado 7 de febrero, les llamó la atención, en el sentido de que desistan de esa cruel y despreciable práctica. Lo hizo, teniendo en cuenta de que si bien habían dejado libre al exgobernador del Chocó, Odín Sánchez, haciendo ver, que lo habían hecho como un gesto humanitario, para poder iniciar confiadamente los diálogos, posteriormente se había sabido de la millonaria suma que la familia había tenido que pagar, para la consecución de su libertad. Al principio negaron, pero luego aceptaron, por la fuerza contundente de las pruebas.
Ahora, acaban de aceptar, algo inusual en ellos, su responsabilidad en la explosión del petardo en La Macarena, en Bogotá, en el que perdió la vida el joven patrullero de la policía, Alberto Garivello Álvarez, dejando a 29 de sus compañeros, con graves heridas, buscando con ello presionar al Gobierno a que acepte su pretensión de un cese bilateral del fuego. A esta descabellada solicitud, Juan Camilo Restrepo respondió que a esa posibilidad se podría llegar desescalando el conflicto, no escalándolo.
Lo ocurrido en La Macarena, al país le cayó como un baldado de agua fría. Porque, lejos de bajar la intensidad de los ataques a la infraestructura petrolera, a las fuerzas armadas y a los indefensos policías, a quienes cobardemente les aplica el plan pistola, al mejor estilo de Pablo Escobar Gaviria, los ha arreciado.
Bueno sería que dejaran atrás los ataques terroristas y el secuestro, para que empiecen a generar espacios positivos que se reflejen en las mesas de diálogo, todo ello con el propósito de empezar a construir un ambiente de favorabilidad a un acuerdo de paz, que pueda producir fe y confianza nacional.