La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
El desperdicio de barbatuscas
El brillante color naranja de los barbatuscos contrasta con el tono pardusco de las planicies y montañas.
Martes, 1 de Marzo de 2016

Dentro de las paradojas que a veces presenta  la madre naturaleza, en pleno fenómeno de El Niño, con la obvia escasez  de agua y languidez de los árboles , arbustos y plantas, la  cosecha de barbatuscas es  inusualmente abundante.

El brillante color naranja de  los  barbatuscos contrasta con  el  tono  pardusco de las  planicies y  montañas, características  propias  del  intenso  verano  que  azota a  esta árida  región de  la  geografía  colombiana.

Pareciera que a  los  habitantes  de  Ocaña y  de  los  municipios  cercanos se  les  hubiese  olvidado  la deliciosa  tradición  gastronómica  de  preparar los  pétalos y pistilos de  la  hermosa y  nutritiva  flor.

Donde quiera que se  erijan los  altivos y  pintorescos barbatuscos, los  suelos representan largos  y espesos  colchones amarillos,  con  las atractivas  flores que comienzan  a  descomponerse porque ya  no  son  recolectadas por  las  familias como ocurría  recientemente.

En “el Llano  de  los alcaldes”, otrora vereda  turística, en  la  que  actualmente  tienen sus  sedes  varios  centros  educativos,  entre  ellos   la seccional  de  la  Universidad  Francisco de  Paula   Santander, el  desperdicio  del  potencial   alimento   es evidente,  hasta  el  extremo de  ser pisoteado  por  los  transeúntes.

Siguiendo  las  riberas del  estrecho  y  casi  seco  río  Algodonal,  hacia el  corregimiento  de  la  Ermita y  sobre  la  vía  a Ábrego, el  esplendor de  los árboles  anaranjados  es  visible,  y no  se  observan en  el  piso quemado  por  el  sol  intenso  a  los antiguos  recolectores.

¿Será que desaparecieron las  características  gastronómicas  de  la  flor, o quizá  la  abundancia  de  alimentos de  origen  natural sació el  hambre de las  personas  que  antes  se nutrían con ella?

Dejando  a  un  lado  las  ironías  y los  sarcasmos,  es  inconcebible lo  que  está  ocurriendo en  la  ciudad. En  una  época  de tanta  carestía y  desempleo,  mientras los  mayores utilizan  a  los niños para  vender  chicles y  chocolatinas  en las  heladería  y  cafeterías  del  centro, un  alimento, como  las  barbatuscas,  que  no  hay  que revenderlo,  porque  se  encuentra  gratis  y  abundante,  se  está  desperdiciando.

Así  como   ocurre con las  cocotas,  que  en  los  meses  de septiembre,  octubre  y noviembre,  de  cada  año, su  comercialización  local  o  nacional  les  genera  importante  platica a numerosas  familias,  ¿por  qué  no ocurre  lo  mismo  con  las  barbatuscas?

En  cambio  de  inducir a  los menores a  la mendicidad, ¿por qué no aprovechan la gran  oportunidad que ofrecen las flores?

La  fórmula  para mejorar  los  ingresos de los  campesinos que habitan en  las  veredas cercanas o  los  propios  barrios periféricos  de  Ocaña es  muy  sencilla: la  recolección  de las  barbatuscas, la selección  de los  pétalos y  pistilos, el  remojo durante  dos  días  con  “aguamasa”,  con  la  que se  cocina  el  maíz  para  las  arepas,  el  secado  y  empaque del  alimento, que  se  puede ofrecer en  las  tiendas  y  supermercados y  hasta  domicilio,  para que en  los  hogares las  preparen  con cebolla,  tomate,  huevo o  pescado bagre  seco ,  y otros  productos agrícolas que se acomoden  al  suculento  y nutritivo plato.

Y pensando más  alto,  con  la  barbatusca se  podría  proceder igual  que  las  afamadas cebollitas  ocañeras, procesarlas  industrialmente   como  conservas y comercializarlas  constantemente en  el  plano  local y  en las  ciudades colombianas  donde  residan  ocañeros.

La  anterior alternativa,  evitaría  el  desperdicio  de las   barbatuscas, generaría  fuentes  de  empleo y “oficializaría” otro  de  los  íconos  de nuestra  tierra.    

Temas del Día