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El conflicto por el agua
Las cuencas hidrográficas en Colombia, cada vez son menores en la generación de agua.
Viernes, 8 de Febrero de 2019

La lucha que están viviendo los habitantes cercanos a las cuencas de ríos, quebradas y acequias, está generando un problema social, que cada vez toma mayores dimensiones y que amenaza no solo la tranquilidad de las regiones afectadas, sino que genera violencia en medio de una enorme incertidumbre.

Las cuencas hidrográficas en Colombia, cada vez son menores en la generación de agua; hay demasiada deforestación, mucha contaminación y un uso totalmente inapropiado de las mismas.

Las revueltas de los habitantes de los ríos Aracataca y Tucurinca en el Magdalena, no son más que una muestra de lo que está ocurriendo en todo el territorio nacional, en donde los avivatos se aprovechan de las escasas corrientes de agua para represarlas o desviarlas de sus causes, dejando a las personas que viven más allá de las mismas, sin la posibilidad de disfrutar el precioso líquido.

Y las reclamaciones no se hacen esperar, pues la impaciencia y la necesidad del agua generadas por la arbitrariedad de algunos, hace que se produzcan fuertes y hasta violentas reacciones que las mismas autoridades no son capaces de controlar.

Este escenario debe llamar la atención, no solo para que se impongan regulaciones que deben ser acatadas por todos en cuanto al uso del agua, sino que también se diseñen programas en donde autoridades ambientales y comunidad se comprometan a desarrollar acciones por la recuperación de las cuencas. 

Cada cause debe estar acompañado de su bosque a todo lo largo de su extensión. Igualmente los ingredientes contaminantes deben desaparecer, pues los ríos no pueden ser depósitos de basura y pestilencia, pues su vida se extingue. No es gratuito que a muchos de los más importantes ríos de Colombia, entre ellos el Magdalena, se les denomine como alcantarillas mayores.

Cada cuenca en Colombia debe tener un plan especial de protección, y esa es la tarea para todas las corporaciones autónomas regionales, en donde en muchas partes son apéndices de directorios políticos y no verdaderas autoridades ambientales como lo ordena la ley.

A todos los problemas de violencia que vive el país, le sumamos uno más: el del robo del agua, con degeneración en toda clase de riñas, lesiones personales y hasta compromisos con la propia vida de los involucrados.

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