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El cielo
Está presente en la soledad de un pensamiento puro o en cualquier emoción.
Domingo, 4 de Octubre de 2015

Si uno lo sabe mirar, el cielo se muestra en todo, en los árboles, en la vida de la naturaleza, en la muerte de la gente querida que ve en el periódico, en todo, porque la vida se compone de cosas bonitas y cosas tristes: es un cruce de ellas, una simbiosis que germina en un lugar del alma, bien escondido, donde se pueden ocultar los signos que están vedados a los mortales.

El cielo está inscrito en cada día: he insistido en que está presente en la soledad de un pensamiento puro, o en cualquier emoción que uno pueda captar del mundo incógnito, incluso de alguna tristeza que ande por ahí, desnuda de amor.

En cada caso él viene a mirarse en cada uno de nosotros, como en un espejo, cuando cree que debe atravesar ese túnel tan largo de la indiferencia ante las demostraciones magistrales de la belleza de la vida, aquellas que uno a veces desprecia sin detectar la voz oculta de la felicidad que, en medio de su ignorancia, no escucha.

Pero tiene un reto mayor, que no deja tregua: va con quienes rompen los esquemas del conformismo y diversifican sus propios moldes de realización, así les toque hacer cosas por obligación, pero no olvidan lo que verdaderamente les importa: como en mi caso, que trabajo con constancia y, además, con alegría en una cosa para darme el lujo de poder estar en otras: la lectura, la música, la historia, la filosofía, en fin, y abrazar los sueños sin dejar la tierra, aferrarme a la vida, incluso a sus sinsabores.

Siempre y cuando uno sea consciente de que sólo es un fragmento y que su consistencia espiritual depende de la solidez que dé a su estudio para obtener criterio, esa semblanza de humildad y mansedumbre de corazón le dará pasaje a religar su estatura intelectual, para ascender a los sueños por las escalas del tiempo, alentado por su sombra, hacia el eco del misterio que invoca la  magnitud universal.

Es que lo mejor es asomarse un poco al alma y ella corresponde con un trocito de sus secretos, y le enseña a uno que la felicidad está en las cosas sencillas. (No crean que me olvido del silencio: lo que pasa es que merece un trono espiritual que corresponda a su espectacular dimensión).

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