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El amor sólo se enamora de los sueños…
El amor se aloja un tiempo en el corazón y, luego, decide partir.
Lunes, 13 de Septiembre de 2021

El amor es un peregrino -tal vez gitano- con cayado, túnica y un surtidor que va regando ilusiones en los rincones buenos del alma, llenándolos de recuerdos, de canciones y de páginas hermosas, buscando una aurora espiritual.

Ha tejido una red de mariposas, para alojar a las que vuelan por los poros de cristal del viento e inventan rutas y colores -impecables- hacia su afinidad con el infinito y su intermediación con lo divino.

Y, cuando deja de ser ideal, pierde su encanto, porque los sueños sólo se enamoran de sueños y del esplendor de la perfección, y se cultivan en la misma esencia de la eternidad. 

Abre los recintos de una morada transitoria que enciende fuegos, afanes y esperanzas que lo convierten en una bella y piadosa mentira -permeable por el olvido-, con asomos de felicidad. 

Los románticos poseemos la vehemencia de imaginarlo, incluso inventarlo, en la literatura, en la música o en la filosofía, y nutrirlo de dimensiones mágicas que le permitan fluir en su propia pureza.

Sólo nos bastan la soledad y el silencio -imprescindibles- para arraigarlo a los sueños y dejarlo reposar allí, hasta que el grado de ternura comience a desvanecerse, o, hasta cuando se fugue cuando intentemos volverlo real.

El amor se aloja un tiempo en el corazón y, luego, decide partir porque -no puede evitarlo- es un aventurero que irá tras nuevas bandadas de pájaros, a perseguir anhelos e imposibles, a cruzar los hilos y los destinos de los seres humanos.

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