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El alma es una añoranza
Desde el alma se aprecian las sendas escondidas y se alargan los caminos.
Domingo, 6 de Septiembre de 2015

Se cree que eso de acercarse al alma es sólo asunto de religión, pero, no, aunque, de seguro, es una buena vía: se trata de penetrar en la reconditez de la mente para aislar lo valioso de la vida, que no son los salones, las gracias propias o las de los demás, ni esa pasajera diversión de lo mundano. Son muy distintas: la naturaleza, el aroma del café, la montaña lejana, con su maravilloso e hidalgo aburrimiento, el libro generoso, la música mágica, en fin, todo lo que llena con luz el recinto sagrado de pájaros que habitan en ella.

En ese proceso uno percibe que el aprendizaje de lo fundamental es como las metáforas, como una lluvia que hace crecer el prado, como las tejas de antes que esperaban con una sensación de silencio tal, que las nutría de encanto desde su barro, o como las matas que cantan al amanecer, a dúo con el silencio.

Desde el alma se aprecian las sendas escondidas, se alargan los caminos, para asomarse uno a su propia ruta e inclinarse, reverente, ante la belleza de la vida.

Lo bueno y bonito se erigen en la ilusión, con esa esperanza que el tiempo tiene de permanecer constante, puro, sin pasado ni futuro, pleno en su posibilidad de ser la condición promisoria del ser humano de realizarse, entonando una canción que sale del alma para agradecer al universo.

Así, uno va dando pasos seguros, al frente, cuando se desprende de las cosas vanas, y se mira en el horizonte como un ser especial, liberado de las imposiciones de ser excelente, rico y sobresalir: entonces surge la verdad personal, íntima, equilibrada en los sentimientos y radicada en el fondo del corazón.

Cuando uno deja de ser como los demás quieren que sea (labor bien difícil), construye sus instantes específicos, con los ecos de la imaginación que resuenan, como las trompetas en la ópera reciben al héroe, con el recorrido, sentimiento a sentimiento, de los itinerarios interiores de ese peregrino alter ego que nos acompaña como un amigo paralelo.

En el alma andan las sombras, sombreadas de nostalgia, de añoranzas: si las deja fluir, uno aprende que es mejor enviar mensajes que recibirlos de los demás y que, cuanto más piensa, más entiende el mundo.

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