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El ajuste
La vida va acomodando las cosas, aunque quizá no nos demos plena cuenta de ello.
Domingo, 10 de Abril de 2016

A los rutinarios se nos hace espléndido ser parte de un guión que se pueda presentir, y repetir, hasta que la secuencia de la razón se acostumbre a pensar y, sobre todo, a aceptar que un mortal es sólo una alforja de incertidumbres que se van resolviendo en el transcurso de la existencia y que, únicamente, si da prioridad a su intelecto, en dúo magistral con el espíritu, hallará la opción de mirar, desde la ventana de su alma, los instantes que se vuelven maravillosos cuando se los sabe disfrutar.

La vida va acomodando las cosas, aunque quizá no nos demos plena cuenta de ello.

Y fluye, como el agua de los ríos, o como las rutas del viento, en su reloj de sentimientos y un fondo de tiempo sublime, si se anhela con el rumor de un espejismo, o un oasis.

Es muy controvertida en su singular camino de alternativas: las disfraza en alegrías o en lamentos, según la voluntad del destino.

Así, los días vuelan en la magia de la imaginación, en los colores del arco iris o en las huellas secundarias de las nubes que recorren el firmamento.

O quizá en los pájaros que, de seguro, son los mejores aliados que tiene (la vida) para conservar la pureza de la esperanza, igual que ellos en ese tejido de amor que llevan entre sus alas y la canción celeste que cantan en sus trinos.

Entonces construye ciclos y hace que las cosas se retroalimenten, para llegar a un acuerdo con la voz del porvenir y recordar a los humanos que deben renacer, en cada aurora.

Siempre será así, como una alabanza paciente a los años, a los esfuerzos y a la sabiduría de sembrarlos en la serenidad.

Y enseñará tozudamente que la paz se alcanza sólo en una fragua de ilusiones y en dejarse uno cultivar en las huellas de su propio ser.

Al despertar, con la luz de los sueños que se van a dormir, no puede sino agradecerse tanta bondad a Dios: porque se reflejan en el amanecer todas las riquezas de una epopeya personal que surge en el horizonte.

Es entonces cuando uno debe aprender a escuchar el eco universal del tiempo en todo su esplendor.

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