Causa inmenso pánico el informe que acaba de publicar la organización Mundial de la Salud, en donde da cuenta que el 92% de la población mundial está respirando un aire contaminado y que anualmente se están produciendo siete millones de muertes por causas asociadas a la contaminación ambiental.
El problema del aire de mala calidad se tomó el mundo entero, y los gobernantes de ahora no se han sacudido frente a ese macabro escenario, que de manera lenta e imperceptible va cobrando vidas de todas las edades sin que sea posible atenuar semejante tragedia.
Las emisiones que se producen en las ciudades como consecuencia de la actividad de los motores, de las chimeneas de las fábricas, de las prácticas indebidas en la incineración de elementos desechables, del consumo de tabaco y de la descomposición de sustancias, entre otras, hace que nuestros pulmones se atrofien y que los organismos comiencen a desfallecer progresivamente ante la ausencia de un aire puro que aliente su vida.
Por eso es que entre las cosas que debe tener muy en claro una ciudad, tiene que ser el reporte de su nivel de emisiones contaminantes, para que se puedan establecer metas concretas de reducción y sea posible diseñar campañas con instrumentos represivos, si es del caso, para obligar a los habitantes a observar elementales normas de comportamiento en donde se pueda generar un sentimiento colectivo de defensa del medio ambiente.
No es solo impedir los abusos de quienes contaminan indiscriminadamente; también es la de fomentar buenas prácticas que permitan reemplazar elementos nocivos por otros de mejor desempeño, y en el caso de la producción de energías, impulsar las modalidades limpias en donde sea posible eliminar el factor contaminante.
A su vez, el tema de la siembra de árboles resulta fundamental. Un estudio reciente señala que en una ciudad deben existir siete árboles por cada habitante, y en Colombia apenas estamos llegando a tres en los mejores casos. Es decir, que el medio ambiente todavía sigue siendo un tema de segunda clase, en donde es claro detectar la falta de compromiso gubernamental y ciudadano para poder experimentar mejores condiciones, y mas acciones que permitan generar las herramientas indispensables para su real y efectiva conservación.