Como cualquier milenial, decidí empoderarme, reinventarme y sacar mi mejor versión para darles una mano a los precandidatos presidenciales.
La pandemia alborotó los egos. Como nunca antes, padecemos superpoblación de bípedos que se sienten predestinados a enderezar el rumbo desde Palacio.
Usted atraviesa un paso cebra, levanta un arcaico cenicero, bosteza, se casa o se divorcia, cuenta hasta diez y salta la liebre de nuevos aspirantes. En menos que se persigna un pedófilo ñato brotan diez candidotes.
Ante tamaña avalancha de amantes de la concupiscencia del poder, me animé a redactar un formato de lanzamiento de candidaturas para uso gratuito de quienes se resisten a dar ese paso.
Entre los retrecheros incluyo al magnífico rector Alejandro Gaviria, hermanísimo del terrible Pascual, y al vacilante Germán “Coscorrón” Vargas Lleras, de obesa cuota burocrática.
Los interesados pueden copiar el formato, pegarlo, subirlo a las redes y enviarlo a los redactores políticos con foto e imágenes recientes.
Para el retrato recomiendo adoptar pose de caudillo, gesto amenazante, mano tendida y pulso firme, pelo alborotado de tanto agitar ideas, mirada fiera, sonrisa ausente, sombrero aguadeño gardeliano. No recomiendo el sombrero del presidente del Perú que debe llevar puesto hasta para fornicar y ducharse.
Pero no más paja. Este es el formato ofrecido:
“Un creciente número de compatriotas me ha pedido que someta mi nombre a consideración del electorado en el entendido de que la urna es la única encuesta confiable. (Iba a decir que la urna es la voz de Dios, pero Dios es imparcial y no interviene en política. Tampoco en el deporte, para que no lo responsabilicen del triunfo o la derrota en eventos como los Olímpicos).
Como demócrata integral, me debo a mi patria. Con mi candidatura devuelvo algo de lo mucho que he recibido de ella.
Aunque alabanza propia es vituperio, en un país donde se dan silvestres los pícaros, toca proclamar integridad. Solo me falta ese diploma en la pared. Juro por mi mascota que no soy de los que “se enriquecen primero y se honradecen después”.
Tampoco pertenezco a la logia de quienes levitan ante la perspectiva de un jugoso contrato. Todo me lo he ganado parihueliando.
Vengo de la entraña popular. Conozco el padecimiento de los de abajo. Gobernaré con los más honestos, capaces y testiculados. Mermelada solo cuando haya que fabricar mayorías parlamentarias”.
Hasta aquí la cartilla gratuita. Interesados en más luces para arrasar en las próximas elecciones pueden escribirme. Damas de medidas 90-60-90 no pagan.
De pronto con este empoderamiento político me lleno de plata. Sólo por curiosidad deseo saber qué se siente cuando la revista Forbes publique los apellidos de los más ricos: Bezos, Musk, Arnault, Gates, Zuckeberg, Buffet, Domínguez…
Si me he divertido siendo un rico sin plata lo pasaré mejor con una robusta cuenta bancaria como toda las gordas de Botero juntas.