Sólo pretendo referirme a tres personalidades que fallecieron este 2015, así sea demasiado pronto para escribir sobre ellos:
Carlos Sanclemente: este ingeniero, cuñado del presidente Virgilio Barco Vargas, es uno de los tantos cucuteños valiosos, con una vida profesional apasionante pero desconocido por el grueso de sus coterráneos. Nació en Cúcuta el 9 de octubre de 1922 y falleció a los 93 años en Bogotá
Alguna vez, en 2011, leí un discurso del empresario Luis Carlos Sarmiento Angulo, pronunciado en la Universidad Nacional para celebrar los 150 años de la facultad de ingeniería, y al hablar de su vida universitaria Sarmiento Angulo evocó a sus profesores y el único sobreviviente estaba en la ceremonia: Carlos Sanclemente Orbegozo.
De Carlos Sanclemente conozco un libro que me obsequio el doctor Antonio Cacua Prada, titulado “El general Virgilio Barco y el devenir de su concesión petrolera”, donde habla del origen familiar de los Barco, la trayectoria inicial, el Catatumbo, los litigios de la concesión y la explotación petrolera. Es una edición estrictamente familiar.
Carlos Gaviria Díaz: el hecho de no comulgar con sus ideas políticas no impide reconocerle sus méritos al filósofo de Sopetrán, Antioquia.
Entre sus méritos está en que una vez terminó sus estudios universitarios optó por privilegiar el conocimiento sobre la práctica, y ello lo llevó a la cátedra universitaria por poco más de tres lustros en la Universidad de Antioquia, hasta que una vez expedida la Carta de 1991 el presidente César Gaviria Trujillo lo llamó a integrar la primera Corte Constitucional.
Fruto de esa actividad académica es su libro “Temas de introducción al derecho” (1992), donde trata cuatro temas clásicos de la materia como moral y derecho, estructura de la norma, necesidad y libertad y derecho y usos.
Terminado su periodo en la Corte Constitucional en 2001 ve la luz pública su libro “Sentencias. Herejías constitucionales” (2002), una recopilación de sus providencias en la Corte Constitucional: ejercicio del periodismo, incesto, inviolabilidad parlamentaria, etc. En 1913 publicó “Mito o logos. Hacía la República de Platón”, una introducción a la filosofía de Platón.
En mi vida lo vi una vez en el parque Santander, en Cúcuta, en 2006, en su campaña a la presidencia de la República por el izquierdista Polo Democrático Alternativo.
Su prédica principal en la cátedra y la magistratura fue la autonomía personal, a las que dio sustento en varias sentencias como magistrado de la Corte Constitucional que descompusieron tanto a la Iglesia como al Gobierno: la eutanasia y la despenalización del consumo de la dosis personal, por ejemplo. Este señor era, definitivamente, un aristócrata del saber.
Eduardo Galeano: por muchos años su libro “Las venas abiertas de América Latina” fue el libro de cabecera de generaciones de latinoamericanos. ¿Quién no lo ha leído? Aunque al final de sus días se arrepintiera de haberlo escrito. De pronto desencantado por lo que hizo la izquierda cuando llegó al poder en Suramérica: dejó a los países más pobres de lo que eran y, en otros casos, empobreció a los que eran ricos.