Con esa invocación a la alegría comienza un villancico que cantaremos en esta Navidad, aunque la alegría sea esquiva, pues a las naturales angustias se suman la zozobra por la salud y la vida por la pandemia, el dolor de quienes perdieron todo por fenómenos climáticos arrasadores, la frustración de la paz que no llegó y la inseguridad en campos y ciudades.
En Bogotá la situación es alarmante. La Secretaría de Seguridad rindió cuentas en noviembre con cifras acumuladas alentadoras, pero que esconden una realidad diferente si se leen en contexto de pandemia.
No es logro que el robo de carros disminuya 10,3% en una ciudad sin carros durante cuatro meses. Cuando salieron masivamente, en septiembre, el robo creció ¡22%! frente al mismo mes de 2019. No es logro que el robo a establecimientos comerciales disminuya 42%, cuando durante meses solo estuvieron abiertos los de actividades esenciales; ni que las lesiones personales disminuyan 30%, si están cerrados los lugares de rumba y borrachera donde se genera la mayoría.
Me temo que, corregidas las bases por efecto de una ciudad paralizada durante meses, la realidad es más cercana a la percepción de inseguridad que sufren los bogotanos. Así lo demuestran el robo de bicicletas, que se disparó 35,8% frente a 2019, con gran impacto social, pues una bicicleta es medio de transporte y trabajo para muchos; y el más preocupante, el homicidio, que, en una ciudad semivacía y con mayor facilidad de vigilancia; a octubre había crecido 1,5%, con 835 víctimas, entre las que no está, entre otros, Wilfredo, asesinado en este mes que iba a ser de alegría; humilde celador, padre de cuatro hijos y cuatro veces abuelo.
¿Qué hay detrás de todo? Muchos factores, entre otros, la capacidad de reacción de la Policía, afectada por una campaña de estigmatización que busca neutralizarla y deslegitimarla, promovida por la alcaldesa misma; la incapacidad de la alcaldesa como Jefe de Policía; y uno que, al parecer, no midió la Secretaría de Seguridad: el microtráfico.
La guerra del microtráfico por el control de “territorios urbanos”, como la del narcotráfico por el control territorial rural, está detrás de la mayoría de homicidios, aunque lo nieguen quienes se oponen a la aspersión con glifosato, la alcaldesa entre ellos, para acabar con la maldición de 200.000 hectáreas.
En Cali, habían sido asesinadas más de 900 personas a octubre, y si en Medellín ha disminuido el homicidio -346 al 10 de diciembre-, en gran parte obedece a que las bandas del microtráfico que asesinaban sellaron un pacto para “hacerse pasito”.
Diciembre, mes de alegría, de ilusión, de luz y paz, sigue el villancico. Aunque no sea fácil, pues la alegría y la felicidad son utopías que perseguimos para dar sentido a la vida, en Navidad les deseo a mis lectores toda la alegría posible y paz en el corazón.
@jflafaurie