La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Desde el púlpito (I)
Nadie marchó contra esas cartillas en aquella época. ¿Por qué lo hacen ahora?
Jueves, 18 de Agosto de 2016

Se ha escrito mucho sobre la marcha de la semana pasada contra las cartillas de convivencia escolar del Ministerio de Educación. Mucho, digo (y desde las dos orillas ideológicas enfrentadas como perros rabiosos en el amplio arco del espectro político), hasta el extremo, incluso, de llegar a la manipulación y la falsedad para capturar incautos: la imagen de una pareja homosexual en la portada de la cartilla en cuestión corresponde a una fotografía tomada de una novela gráfica para adultos publicada en Bélgica. Se recurrió al montaje abyecto y descarado y estiraron tanto el papayaso de la ministra Parody, que se llegó a la locura de afirmar, como lo hizo el senador Álvaro Uribe, que el presidente Santos estaba negociando la política de género con las Farc. Pero como este país no tiene memoria, nadie recuerda la cartilla  de convivencia escolar que circuló en los tiempos de Uribe presidente, donde se hablaba de “comportamientos culturales de género” y daba cabida al reconocimiento en las escuelas y colegios a un 
tercer tipo de identidad cultural “ambivalente”, en el que caben los transgéneros: travestis, transformistas y transexuales.

-Nadie marchó contra esas cartillas en aquella época. ¿Por qué lo hacen ahora?

Porque el Centro Demoníaco  de Álvaro Uribe politizó la marcha para capitalizar votos en contra del plebiscito que adelanta el gobierno y con el que espera ponerle fin a 60 años de guerra con la guerrilla de las farc.

Se manipuló la sensibilidad de muchos hogares y les hicieron creer que el manual (que debe pasar por la aprobación de los rectores de colegios y padres de familia) iba a convertir a los niños en homosexuales. Nadie convierte a nadie en homosexual. Lo que sí puede suceder (y está sucediendo) es convertir a una nueva generación de seres humanos en intolerantes frente a lo diverso, a lo distinto, a lo tradicionalmente aceptado. Pero aquí hay hipocresía de parte y parte. Muchos padres de familia se preocupan por la educación de sus hijos en edad escolar: que no les vayan a enseñar todavía que fuera del esquema tradicional de hombre y mujer, hay otros modelos. Pero esos mismos padres dejan abandonados a sus hijos horas y horas frente a un computador con toda la vastedad de la internet donde seguramente leerán lo que les quieren ocultar. De modo que no es el temor por lo que puedan aprender en el colegio sino que es algo mucho más profundo: que Colombia es un país machista y excluyente. Un país conservador que se d
eja manipular por la Iglesia católica (que a lo largo de la historia se ha destacado por impedir cualquier asomo de transformación en las sociedades: Giordano Bruno, Galileo, etc), culpable además de múltiples violaciones a niños y niñas.

Creo que en la sola Iglesia católica hay más homosexuales que en toda la comunidad LGTBI. El número de curas acusados de pedofilia se cuenta por millares.  Yo creo que hoy en día un niño está mejor en manos de un padre responsable que en manos de un cura. Y el procurador Ordóñez es un cura. Y el senador Uribe es otro cura. Y Vivian Morales (Morales, o sea, que tiene varias), casada con Carlos Alonso Lucio (asesor de paramilitares, exguerrillero, con investigaciones por vínculos con el narcotráfico) es otro cura.  Y hablan y pontifican desde sus púlpitos cuando deberían hacerlo desde la cárcel. En fin: gente así es la que ha impedido que Colombia pase la página de la Edad Media y pueda por fin respirar los nuevos vientos del renacimiento.

Temas del Día