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Derrotada Venezuela, en la OEA
La forma insultante y altanera, como la canciller se refirió al Secretario de la OEA, no logro su cometido.
Sábado, 25 de Junio de 2016

Si bien es cierto que en la reunión del jueves 23 de junio, los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), después de cinco horas de una acalorada sesión, al final dejaron para una próxima reunión la decisión que deberán tomar en torno a la crisis que vive Venezuela, muchos interpretaron la candente jornada, como una gran derrota para el Gobierno de Nicolás Maduro.

La sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA, adelantada en Washington, había sido convocada para oír a Luis Almagro, Secretario General de la misma, después de que este invocó la Carta Democrática, luego de considerar que en Venezuela se estaba presentando una grave alteración del orden constitucional.

Después de una intervención de más de una hora, donde desmenuzo, detalladamente, la manera como en Venezuela se violan  los derechos humanos, los países se limitaron a fijar una posición frente al informe, pero absteniéndose, por ahora, de establecer un criterio definitivo sobre el mismo, el cual dejaron para una próxima sesión, mientras recaudaban unas pruebas que consideran de vital importancia. Una vez ello ocurra, decidirán si coinciden o no con Almagro, en el sentido de activar los mecanismos que la Carta prevé, cuando se llega a las graves violaciones contra la democracia, como lo ha expuesto, de manera contundente, el Secretario.

La sesión, que había generado gran expectativa, por cuanto la delegación de Venezuela, representada por su canciller Delcy Rodríguez, intento bloquear la intervención de Almagro, con un vocabulario y un estilo poco apropiado para la diplomacia, advirtiendo que se estaba generando un terrible precedente, al permitir la denuncia de Almagro, quien hacía aparecer a la OEA, como un “órgano golpista”, un “tribunal de la inquisición”, que estaba desconociendo a un Gobierno democrático, elegido de manera legítima. 

Sin embargo, la forma insultante y altanera, como la canciller se refirió al Secretario de la OEA, no logro su cometido, siendo derrotada su propuesta por una mayoría de 20 países contra 12. Con esta aplastante decisión se dio vía libre a la intervención de Almagro. Causo sorpresa que países como Bahamas, Barbados, Belice y Jamaica, quienes inicialmente se habían comprometido con el bloque abanderado por la canciller, al final y luego de oír las estupendas intervenciones de los embajadores de Paraguay, Uruguay y México, resolvieron votar a favor de Almagro, uniéndose a un grupo de 15 países, entre ellos Colombia, que defendieron la postura de dicho funcionario, dando lugar a que fracasara la pretensión venezolana. Notoriamente molesta, la canciller los trato de desleales. Tal vez se refería al acuerdo a que habían llegado días antes, con el  Presidente Maduro, quien se había reunido en Cuba, con el bloque de países del Caribe, para comprometerlos, incondicionalmente, con su voto, en la OEA.  

Durante su intervención, Almagro hizo una serie de recomendaciones a los países: apoyar el envío de ayuda humanitaria, realizar el referéndum revocatorio antes de que finalice el año, liberar a los presos políticos y la decisión jurídica, a través de la Carta, para que en Venezuela, se conforme un verdadero Tribunal Supremo de Justicia, que sea independiente y no como el actual, que depende directamente del ejecutivo. Finalmente, expreso su respaldo a un posible grupo de amigos de países de la OEA, en número de 3, para que se sumen a los 3 expresidentes nominados por UNASUR y que dicen buscar acuerdos entre el Gobierno y la oposición, expresidentes en quienes no confían estos últimos, por considerarlos aliados incondicionales del Primer Mandatario.

Finalmente, la canciller de Venezuela, cerró la sesión, advirtiendo que su país no aceptara ninguna mediación distinta a la de los 3 expresidentes ya nombrados. Y que cualquier designación hecha por la OEA, será considerada como notoriamente intervencionista, creada con el propósito de propiciar un golpe de Estado. Tales palabras no cayeron bien en la mayoría de países miembros de la organización, quienes consideraron que había sido una salida en falso, que en nada favorecería, a futuro, sus pretensiones.

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