Me perdonarán. Sé que me caerán encima por hablar de los peces muertos. Sé, por ejemplo, que debería hablar de Óscar Naranjo. O de la reducción del esquema de seguridad de Fernando Londoño. O, quizá, de la rebaja en la nota que se le hizo a los bancos colombianos por cuenta de las calificadoras de riesgo. En fin, debería hablar de cosas serias. Pero no; voy a hablar de los peces encontrados en Atlantis Plaza en Bogotá, que fueron decomisados (incautados dirán los abogados), para luego ser sacrificados: toda una genialidad, pura inteligencia.
Los argumentos de los expertos, los animalistas, parecen más de los cazadores que de los conservacionistas: Hay que sacrificar los peces para que no hagan daño. ¿Acaso estaban haciendo daño en los acuarios?
El tema, de fondo, no son los peces. Es la idiotez de los burócratas, la alcaldada, la típica bobada de los señores que deciden seguir al pie de la letra la resolución, la circular, el edicto, el decretico, antes que seguir las reglas de la inteligencia.
En plena campaña de revocatoria de Peñalosa, ¿era necesario hacer este show, que terminó por ser una idiotez? No sé, pero acá algo salió mal.
Ya veo a los burócratas animalistas diciendo que era necesario; que, si eso no se hacía, el apocalipsis ecológico venía. Los peces del acuario terminarán siendo ese Godzilla de las películas de terror. Los típicos burócratas, que andan en manada. ¿Han visto a un idiota andar solo? El secretario de Medio Ambiente dice que el subsecretario de animales dijo esto, y que el director de fauna aquello, y que el subdirector de acuarios lo otro. Y así, se van juntando hasta armar un verdadero ejército que sólo modula bobadas y que, a través de las circulares, que les fascina escribir, se pronuncian. Como dice un amigo: “De los genios, sálvame”.
Ya algunos juristas, amparados en el Código Penal, que trae delitos de protección animal, están pidiendo que la Alcaldía nos diga dónde están los ‘cadáveres’ de los peces. Que la necropsia es necesaria para esclarecer no sé qué cosas. Hágame el favor. No sabemos quién mató a Gaitán, pero ahora sí vamos a hacer necropsia de unos animalejos, para saber de qué murieron. Yo sé qué acabó con la vida de los animalitos. Un ataque de genialidad de un burócrata.
Y así empezó el 2017. Con unos que se hacen llamar animalistas, pero que van matando animales. En Zimbabue otro ‘animalista’, en los años 90, recomendó matar cinco mil elefantes, con brillante argumentos de que así se cuidarían los elefantes. Una absoluta genialidad. Y más geniales las autoridades de Zimbabue que a toda velocidad obedecieron.
Al paso que vamos, va a tocar empezar a cuidar los animales de los animalistas.