La prepotencia de mucha gente que no camina sino que levita, que no se baña sino que se perfuma, que no defeca sino que todo lo absorbe, que no suda porque se moja, es impresionante. Tanto así que creen que no se equivocan, que no pueden dar su brazo a torcer, que todo lo saben, y lo que no, se lo inventan, que todo lo pueden, que todo lo tienen y que por ende a todos los puede mangonear.
Lo peor es que estas creencias y comportamientos se han convertido en un virus sumamente contagioso que no perdona sexo, edad, estado civil, orientación sexual, nacionalidad ni condición social; similar al chikunguña. Cualquiera se puede contagiar, porque lo único que usted requiere para equivocarse es estar vivo, y lo primero que se necesita para no equivocarse es dejarse contaminar por aquellos pendejos, y persistir en el engaño que lo mantendrá burundanguiado hasta que sea demasiado tarde para poder rehabilitarse.
Muchos padres de familia ya contagiados, incluso se encargan o se dejan imponer de colegios o de profesores Maquiavélicos, órdenes para negarles a sus hijos el derecho humano de equivocarse. Jefes que creen que sus subalternos son también máquinas que no pueden fallar en nada, parejas que luchan vana e incansablemente por imponer su voluntad al otro sin permiso para errar en cualquier comportamiento o decisión, aquellos que viven en función de cambiar al prójimo, porque la única verdad es la suya y lo único que tienen que hacer es obedecer.
El buen escritor Carlos Cuahutemoc Sanchez enseñó la siguiente gran verdad “Los únicos que no se equivocan son los muertos y los mediocres”, que como Nicolás Maduro persiste en el error de imponer todas sus fechorías, injusticias y bajezas contra los seres humanos, entonces sus equivocaciones ya no son equivocaciones…es la brutalidad de su mediocridad que con soberbias dictatoriales se está labrando un porvenir similar al del general Noriega de Panamá, pobrecito miserable, porque de brutos es persistir en el error. Alguna vez Ñerías (1980) escribió: “La experiencia es vivir y el vivir es experiencia” para entender que con cada nueva experiencia es natural que nos equivoquemos, que nadie nace aprendido y con todo por descubrir. De ahí que debemos comprender que con cada regaño, reprimenda o golpe que le demos a un niño disque para corregirlo, lo que estamos haciendo es castrándole su capacidad exploratoria y sus deseos por descubrir y aprender que es lo que sirve y lo que no sirve, que es lo que hace el bien y lo que hace el mal. Con cualquier persona de la tercera y cuarta edad es similar, no podemos pretender que no se equivoquen, la sola disminución de sus facultades, el cúmulo de experiencias y aventuras ya vividas, sus deseos o no de seguir viviendo etc. son por sí mismos factores que hacen que cometan errores, se tornen desobedientes, y se equivoquen consciente o inconscientemente, y no por ello debemos caerles a reprimendas y maltratos, lo que tenemos que hacer es aceptar la realidad y alegrarnos, así como lo enseñó Goethe “el único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada” . Cuando aceptamos y entendemos nuestras propias equivocaciones y las de los demás, estamos entonces humanizándonos, ganando salud y vida para nuestros años, amén de armonizar también nuestras vidas, y proyectando una imagen de personas descomplicadas, comprometidas con su crecimiento personal integral que no renuncia a la libertad deliciosa de equivocarse. Muchas gracias