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Columnistas
Cristal de ilusiones
Un rayo de sol enciende el ámbito de los pájaros.
Lunes, 29 de Enero de 2018

La soledad es una estación plantada en el borde del camino que conduce a los sueños, apta para que, de vez en cuando, un hilo de nostalgia penetre en ella y se siente a esperar el instante de luz que renueve el murmullo exquisito del alma.

Allí, un rayo de sol enciende el ámbito de los pájaros, mueve los recuerdos de un lado a otro e ilumina, brevemente, la rosa que emerge de las espinas, buscando un aire reciente o alguna mariposa que se pose, serena, en su bello seno floral.

Allí, hay un recinto secreto del tiempo en el que ocurren cosas admirables, sin que se noten, un lugar reservado a la visión romántica del mundo, ajeno a las fugaces componendas de la vanidad. Y se aroma de música, se recrea con palabras: se hace de cristal para las ilusiones.

En ella caen gotas de lluvia, sones de sol, arco iris de esperanzas, en fin, todo lo bonito se guarda en su bóveda celeste y se esparce, como rocío, en aquellas espléndidas emociones que llegan al corazón, cruzan el límite de la intimidad y se depositan majestuosas en la semblanza de un horizonte nutrido de pureza.

La soledad invita a compartir una hoguera flamante de brazas, de aves de fuego, para izar los sueños más allá de los mástiles e ir, con el viento, hacia la magia de una nube pequeña, decorada de azul, que está escondida en una sombra que, al poquito rato, uno descubre que es la suya, que se mueve en la fantasía en un velero de quimeras.

La gente le teme, le huye, no entiende su misión de ser el crisol en el que se mezclan las añoranzas, en la intimidad, para dejarlas fluir hasta el cielo y captar los encantos del universo que brota a raudales y rompe el cerco del infinito, ante el cual uno se siente sublime.

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