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Costumbres bonitas
María recoge flores y anda con los oficios y las oraciones colgando de su enagua.
Lunes, 16 de Marzo de 2020

La casa de San José tiene un caminito de rocío a la entrada, muchas matas, lirios, pájaros que rondan con un canto de luz y un silencio de trinos distintos, solemnes y majestuosos, que evocan los momentos azules del universo.

Está en la nube más pequeñita, la que se mueve discreta por los rincones del cielo, dejando un rastro de ilusiones a los que quieren subir a saludarlo y a compartir, con él, su humildad feliz.

A la vera hay estancias de reposo, porque a mi patrono le fascina ser anfitrión, le gusta que lo saluden y, más que eso, abrazar a sus amigos, con el júbilo de esa bondad que se le desborda para proteger los valores, sembrar en las familias la esperanza y bendecirlas con la sensatez.

María recoge flores y anda con los oficios y las oraciones colgando de su enagua, mientras José va de vez en cuando al taller que hizo atrás -porque ahora trabaja menos- y, ambos, esperan a Jesús, quien pasa a tomar café, a contarles historias de su misión salvadora y repasar las costumbres bonitas.

El día de su fiesta – el 19 de marzo- hay una romería de talentos en ascenso: sabios, tenores, músicos, poetas, escultores y pintores, llevan sus mejores obras para demostrar la gratitud humana por su ejemplo amoroso.

La luz serena del amor sencillo guía los sueños hacia la casa de san José, para dotar el morral de la vida de consejos, para nutrirse de esa benevolencia maravillosa que nos enseña a ser más simples, menos imperfectos y, en especial, muy humanos y solidarios.  

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