Nicaragua tuvo como agente en La Haya a una misma persona por muchísimos años. El señor se llama Carlos Argüello y, además de ser experto en las materias “formales”, lo es también en las “informales”, que no son menos importantes: Sabe el minuto a minuto de la corte, tiene relación personal con los jueces, con los embajadores de los países, en fin. Se mueve como pez en el agua por una sola razón: lleva más de 30 años en ese cargo.
Nicaragua ha sido consistente, paciente, sistemática. Todo lo contrario a lo que ha sido la política colombiana.
La diplomacia colombiana ha sido, ante todo, un sistema para pagar favores. Desde el famoso embajador en Chile Salvador Arana, acusado de homicidio, pasando por amigos, amigas y primos de los amigos, y “sobrinos y sobrinas”, que es como comúnmente se le llama a “las queridas y queridos”, que es como comúnmente se le llama a las y los amantes. Eso es el servicio diplomático colombiano.
No sé, ya que no es mi especialidad, cómo fallará la Corte de La Haya la demanda interpuesta por Nicaragua.
Pero sí sé, con certeza, que es mejor que quien lo represente a uno sea un abogado de aquellos que se mueven bien, que saben los intríngulis de la cotidianidad de la corte o el juzgado ante los cuales se litiga.
No quiero decir que Colombia no está en buenas manos. No me cabe una sola duda de que el doctor Arrieta es un gran jurista, pero eso no basta.
A Colombia le faltó visión, le faltó saber responder ante el hecho de que Nicaragua tenía el mismo agente desde hace tres décadas.
Miren ustedes quiénes son los que llegan a la Organización de Estados Americanos (OEA), al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a los consulados y a las embajadas.
En un episodio de aquellos que avergüenzan, recuerdo que a la ministra Noemí Sanín se le reprochó haber nombrado a la hija de su peluquera en el servicio exterior. ¿Qué clase de episodio es ese?
Entiendo que haya personas que, por asuntos de seguridad o de reconocimiento a su labor, deban estar un tiempo fuera del país.
Eso lo hacen todas las naciones, pero no es el caso de la gran mayoría de agentes diplomáticos nuestros.
No nos quejemos si en La Haya pueden más los 30 años de experiencia del señor Argüello que cualquier otra cosa.
Y ahora, para enmendar el error, el presidente decidió no acudir a la corte de La Haya. Mala cosa.
Uno no puede andar atendiendo a los jueces que le gustan y a los que no, dejarlos plantados. Se vienen tiempos bien difíciles en materia de diplomacia.
La pregunta es si los vamos a seguir afrontando con los diplomáticos que hemos tenido.