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Cien años, cien poemas
Cambiar muertos por libros fue una tarea difícil que emprendió con verraquera de cucuteño el actual director Julio García Herreros.
Miércoles, 2 de Octubre de 2019

La genial idea fue del escritor Orlando Cuéllar Castaño, un nortesantandereano de corazón, que se instaló en estas breñas hace ya muchos años y aquí le ha dado rienda suelta a su afición por la literatura. Escribe cuentos y novelas, pero nada de poesía. Sin embargo, le gusta la poesía. Hace poco, para la presentación de uno de sus libros de cuentos, convocó a un grupo de poetas para que leyeran poemas en el acto. Al final no se supo qué fue más interesante: si la presentación de su libro o la lectura de poemas.

Ahora salió con otra idea curiosa. Resulta que la Biblioteca Julio Pérez Ferrero cumplió, en el pasado agosto, cien años de fundada. Y a Orlando se le ocurrió rendirle un homenaje centenarista con lectura de versos. Para el efecto, convocó a cien poetas de la región, a que leyeran cien poemas (uno por cada participante), con motivo de los cien años de tan ilustre institución. Cuestión de números: Cien años, cien poetas, cien versos. Ni uno más, ni uno menos.

Con la idea fresquita, es decir, con el cerebro aún chorreándole savia sabia, fue donde el director de la biblioteca, Julio García Herreros, que no se para en pelos (literalmente) para apoyar las más diversas iniciativas culturales, y éste le dio el Sí, de una.

Cien años no son nada, pero son mucho. Corría (o caminaba) el año 1919, cuando, para celebrar el centenario de la Batalla de Boyacá, al secretario de educación departamental de esa época, Julio Pérez Ferrero, escritor, historiador, hombre cívico, amante de Cúcuta y emprendedor, tuvo la locura de crear una biblioteca departamental. Convenció al gobernador y a la Asamblea y así nació por ordenanza la Biblioteca Batalla de Boyacá.

Pero con ese nombre, poco llamativo para una biblioteca, casi que no pudo criarse. Sin plata, sin sede y sin libros, ninguna biblioteca puede sobrevivir. Del timbo al tambo y del tambo al timbo, la biblioteca fue pasando las verdes y las maduras. La desalojaron de varias partes por no pagar arriendo, le embargaron sillas, escritorios y máquinas de escribir, los directores renunciaban porque no les pagaban, y hasta hubo una época en que debieron cerrarla. Guardaron en cajas de cartón los tres libros que había, los dieron en custodia a la policía para que no se perdieran y a esperar que se cumpliera el dicho: No hay mal que dure cien libros, ni biblioteca que lo resista. San José de Guasimal, es decir, el de Cúcuta, hizo el milagrito y la biblioteca un día volvió a resollar. Aunque otra vez de timbo en timbo.

Al construir en la ciudad el moderno hospital Erasmo Meoz, quedaron vacantes las instalaciones del antiguo hospital San Juan de Dios, y allí fue a parar la biblioteca Julio Pérez Ferrero. Cambiar muertos por libros fue una tarea difícil que emprendió con verraquera de cucuteño el actual director Julio García Herreros. Decían que de noche se escuchaban lamentos y quejidos de moribundos, y algunos aseguraban que se veían ánimas en pena deambulando por los pasillos del antiguo hospital.  

Los empleados aceptaban el cargo con la condición de que no les tocara trabajar de noche, y los vigilantes vigilaban pero de lejitos. Hasta que el director se amarró los que sabemos y les dijo a sus subalternos. “No sean toches. Hay que temerles a los vivos, no a los muertos. Aquí no espanta nadie.” Y como muestra de que no le tenía culillo a ninguna ánima en pena, retó a sus empleados a que lo acompañaran cierta noche a la media noche, a la sala donde antes habían hecho necropsias y ahora daban recitales.  El asunto sería a la media noche, hora en que salen los espíritus en pena. Cuentan que ninguno acudió a la cita, ni siquiera el mismo GarcíaHerreros.

Cierto o falso, la verdad es que la biblioteca actual trabaja de día y de noche, entre semana y domingos y festivos, allí se lee, se escribe, se aprende, se recita, se hacen reinados, se hacen ferias, se celebran quince años y otras fiestas, se enseña a bailar y a hablar en inglés, se dictan conferencias magistrales, se hacen exposiciones y la gente se unta de cultura y de mango. Los mangos que caen del frondoso árbol, que adorna y le da vida y sombra al patio de la biblioteca.

Pero para que la Julio Pérez alcanzara el nivel en que está en el plano nacional e internacional, fue necesario que al frente estuviera un hombre de la talla de Julio –Julito, como le dicen las muchachas-, que parece uno de los espíritus andantes de antaño, recorriendo todas las dependencias del antiguo hospital. Y firmando convenios y haciendo gestión para conseguir recursos. Está en todo y en todas las jugadas. 

Sería injusto no mencionar a la cantidad de muchachas y algunos tres hombres, que lo acompañan en su quijotesca labor de ofrecer cultura a todos los nortesantandereanos. Bien por Julio, y bien por Orlando Cuéllar que, pasado mañana,  sábado, a las cinco de la tarde estará ofreciendo un mega-recital como homenaje a la biblioteca y a sus dos Julios, el fundador y el actual director.

gusgomar@hotmail.com

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