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Barras bravas
En Colombia tuvieron su aparición a principios de los años 90 en Bogotá, Medellín y Cali.
Jueves, 26 de Agosto de 2021

Fue en la década de los 60, que en Argentina e Inglaterra los Hooligans aparecieron por primera vez como barras bravas en el fútbol, extendiéndose a la mayoría de países con fútbol profesional, especialmente en Sudamérica donde, por cuenta de la violencia generada por enfrentamientos entre barras en los estadios y fuera de ellos, han producido centenares de muertes y heridos.

Los Hooligans, caracterizados por la violencia y el vandalismo en el fútbol inglés, fue necesario, para acabar con una de las barras más violentas del mundo, aprobar una ley con medidas judiciales severas.

En Colombia tuvieron su aparición a principios de los años 90 en Bogotá, Medellín y Cali, ampliándose a las demás ciudades que cuentan con clubes del fútbol profesional y al igual que en los casos anteriores, generan violencia, ocasionando 149 muertes en 12 años que, para fortuna, ocurrieron fuera de los estadios.

Por tal motivo, se expidió la Ley 1270 de 2009, y sus decretos reglamentarios, que creó la comisión nacional para la seguridad, comodidad y convivencia en el fútbol, donde tangencialmente tocó lo relacionado con las barras bravas, sin resultados positivos hasta la fecha.

A raíz de los bochornosos actos protagonizados recientemente en el estadio El Campín, analicé el tema con dos congresistas nortesantandereanos, un senador y un representante, mostrándose interesados en elaborar por separado un proyecto de ley. Si persiste el interés en ambos, pueden unirlos y presentarlo como coautores de la iniciativa.

Si queremos prevenir masacres en nuestros estadios, es necesaria una ley especial, con un reglamento, donde se fijen unos requisitos mínimos con derechos y obligaciones, que cuenten con Estatutos, junta directiva, asamblea de socios, carnetizados, número máximo de barras y de integrantes por barra, pólizas de garantía, descuentos en boletería para integrantes de las barras, aprobación de las barras por parte de cada club, ubicación en las graderías, salida alternada de las barras, inspección y vigilancia por parte de las juntas de deportes de cada gobernación  y ponerle dientes a la ley, con sanciones de amonestación, multas y suspensión del permiso

Es inconcebible, que, a estas alturas, con las experiencias dolorosas que han tenido otras naciones por cuenta de las barras bravas en el fútbol, no contemos con una ley que identifique rápidamente a los integrantes que cometan delitos, que no permitan la infiltración de personas con antecedentes judiciales y que respondan civilmente por los daños causados, dentro y fuera del estadio.

Recordemos que en Colombia fácilmente copiamos todo lo malo con peores consecuencias; estamos a tiempo para legislar sobre el particular. Dice el refrán: ¡Después de ojo afuera…!

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