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Columnistas
Afónicos y apáticos
La crisis de la región del Catatumbo no puede seguir siendo tratada con paños de agua tibia.
Miércoles, 23 de Mayo de 2018

Amables Lectores: La reciente epidemia de influenza que azotó a nuestra ciudad, afectó gravemente la laringe de los cuatro senadores y los cinco representantes a la Cámara, elegidos para ser los voceros del departamento Norte de Santander  a nivel nacional.  Esta enfermedad los dejó apáticos y sin voz, de tal suerte,  que no hemos oído de sus labios una sola queja ante el Ejecutivo por la severa problemática que se vive en el departamento.

La crisis de la región del Catatumbo no puede seguir siendo tratada con paños de agua tibia, allí se requiere la acción decidida de la fuerza pública unida a una enorme inversión social  y a verdaderas políticas de desarrollo agroindustrial que lleven a derrotar efectivamente los cultivos de coca y mejoren la calidad de vida de los pobladores con educación, salud y vías de penetración. No hemos oído un solo debate por el fuego cruzado entre Eln, Epl y otras bandas criminales que afectan ferozmente la vida de sus habitantes.

La inseguridad que galopa libremente por veredas, municipios y ciudades del departamento ha cobrado múltiples vidas inocentes sometidas al robo, secuestro, extorsión y sicariato, ante un gobierno indiferente que no protege ni la vida, ni la honra, ni los bienes como reza la Constitución.

Tampoco hemos oído las voces de estos congresistas ante la Cancillería colombiana protestando por la ausencia de políticas públicas que den un tratamiento digno y humanitario a los miles de venezolanos que ingresan a diario a esta empobrecida frontera. Hasta la fecha solo hemos visto gran esfuerzo de la Diócesis de Cúcuta, unida con algunas personas del sector privado que obran como el buen samaritano socorriendo al necesitado.

Afortunadamente, los congresistas y servidores públicos de alto rango, gozan de empleos muy bien remunerados y por ésta razón “desconocen” el hambre, la miseria  y los sentimientos de un padre de familia que tenga que enviar a dormir a sus hijos sin haber probado en el día bocado alguno  luego de dormir en las calles sin abrigo y desarrapados. Duele hoy vernos  en el Pódium Nacional, como la ciudad con mayor número de desempleados y mayor informalidad sin que el ejecutivo o alguno de sus ministros se interesen en plantear alguna solución para tan grave problemática social. ¿Será que nuestros congresistas hicieron voto de silencio?

La otrora apacible ciudad de Cúcuta, anteriormente con una interesante actividad comercial, hoy luce deprimida, con marejadas de personas en sus calles con incertidumbre y desesperanza. En múltiples locales comerciales no se ven compradores sino avisos donde se lee: “Se Vende”  o “Se Arrienda”. Como complemento de males, tanto el señor alcalde como los concejales elegidos “Por el pueblo y para el servicio del pueblo”, parecen empeñados en cumplir el refrán que dice: “Al caído caerle”; prueba de ello es el cobro de un excesivo impuesto predial y de una valorización que solo desconfianza inspira.

Entre tanto, las calles de la ciudad son casi intransitables por la multiplicidad de huecos. La reciente concesión de alumbrado público tampoco muestra eficiencia y se oye el clamor de vecinos de muchos barrios periféricos quejándose de la oscuridad que favorece la comisión de delitos. El caótico tránsito de la ciudad por falta de semaforización y direccionamiento, es una muestra más de la negligencia de nuestras autoridades.

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