Los perjudicados por la pandemia son conocidos: la gente de los sectores productivos relacionados con el entretenimiento, como el turismo, los restaurantes, los cines, los bares y discotecas, los deportes, los festivales y fiestas populares, los toros, las expresiones culturales como el teatro, las ferias del libro, etc, encabezan. Siguen la educación en todos los niveles y el comercio exterior. Por supuesto el sector salud, dada la responsabilidad de sus profesionales, instituciones públicas y privadas e infraestructura, en la atención de los pacientes sintomáticos en estado grave o crítico, además de la pesada carga que significa atender a cincuenta millones de afiliados, incluídos los de alto costo y terminales que compiten por recursos con los pandémicos. Se han visto afectadas las finanzas públicas, por el menor recaudo tributario y por el mayor gasto financiado con deuda. El alto desempleo se menciona como una de las nefandas consecuencias de la parálisis económica inicial; su reducción va lenta, al paso de la reactivación económica; y dentro de los desempleados, los más perjudicados han sido mujeres y jóvenes.
Hay, sin embargo, unos afectados protagónicos, heroicos en algunos casos, que han cargado con la responsabilidad sin agradecimiento y que han puesto a prueba la eficacia de la institucionalidad básica de nuestro sistema. Me refiero a gobernadores y alcaldes. Por ellos empiezan los controles, las restricciones, las limitaciones a la libertad y a la movilidad; y por ende, por ellos empiezan quejas, críticas, el desespero colectivo y la búsqueda de responsables de los errores. Su relación con Duque y el gobierno no ha sido luna de miel.
Elegidos hace un año para los próximos tres, gobernadores y alcaldes sienten que 2020 no contó para sus administraciones, salvo en las cuarentenas y toques de queda, lo sanitario de urgencia, el número de UCIs y de ventiladores. Sus períodos de gobierno han sido severamente afectados por la COVID. Los recaudos iban muy mal a septiembre de este año y se recuperarán solo al fin de 2021. Las nóminas se han reducido y los contratos de obras y de prestación de servicios están paralizados. Los planes de gobierno no han podido arrancar y la planeación, que es para cuatro años, no ha podido cuadrarse, ni lo hará, antes de la recuperación de los ingresos. En plata blanca, los aparatos departamentales y municipales están en serios aprietos. Sobra decir que la recuperación económica nacional no podrá lograrse plenamente sino cuando estemos vacunados en el porcentaje necesario para la inmunidad colectiva, y cuando los departamentos y municipios estén funcionando a plenitud. No sé qué efectos podrá tener sobre la calidad de las administraciones, el hecho de que en principio solo tendrán dos años de verdadero gobierno, 2022 y 2023, quienes están haciendo o fortaleciendo una carrera política fincada en el éxito de sus liderazgos locales, léase Bogotá, Medellín, Cali, Atlántico, Santander, Cundinamarca, Boyacá y muchos más, algunos incluso con aprecio de sus gobernados. Esperemos que no tuerzan por lo populista para recuperar ese año y pico perdido.
Más allá del final de cada cual, creo urgente revisar el estado de las instituciones locales para darles un nuevo impulso fiscal y de planeación. Los proyectos con regalías no deben demorar; la financiación de los estudios para hacer proyectos debe aceitarse eficazmente; las herramientas, como el crédito para promover el emprendimiento, y la capacitación de nuevo cuño, deben aparecer rápidamente desde el presupuesto general. El impulso al turismo debe darse desde las regiones, no solo desde el centro, pero con recursos del centro; la capacidad de gastar de las Cámaras de Comercio debe ampliarse para apoyar a los entes locales, al igual que la de las Cajas de Compensación.
No dejemos en el camino a alcaldías y gobernaciones. El camino lo hemos podido andar por ellas.
¡Feliz año nuevo! *Exministro de Defensa