En matemáticas teológicas, un rico más son miles de pobres menos. Esa ha sido, en el fondo, la fórmula del Banquete del Millón que el pasado 23 de noviembre llegó a la “versión” 57.
Los eudistas llevan más de medio siglo metiéndoles la mano al bolsillo a los colombianos. Ven un rico Epulón susceptible de aligerar de denarios y entran en trance, levitan.
De la mano del padre Rafael García-Herreros, el cucuteño que fue “recogido por el silencio” hace 25 años en pleno banquete, los pupilos de san Juan Eudes se anticiparon a platudos como Bill Gates y Warren Buffet quienes se tienen confianza para hacerse perdonar tanto éxito: Han donado miles de millones de dólares para múltiples obras. En el corazón de este par de Midas modernos hay un García-Herreros agazapado.
El padre Rafael y su sucesor, el yarumaleño padre Diego Jaramillo, hijo de Gabriel en Carmen Julia Cuartas, han patrocinado la proliferación de mecenas criollos que pueden pasar por el ojo de una aguja, y salvarse, gracias a su generosidad, llamada en la nueva jerga “responsabilidad social empresarial”.
Además, los donantes, que no dan puntada sin dedal, tienen claro que “a Jehová presta el que da al pobre” (=Proverbios).
Ya es historia patria que el 24 de noviembre de 1992 García-Herrreros seguía desde su lecho de enfermo, por televisión, el frugalísimo banquete en el que al principio se servía caldo y pan. Como todo ha subido, el menú ha evolucionado a vino y pan.
Pues bien, mientras transcurría el acto, el Telepadre, como lo bautizó el humorista Klim, terminó su camino a Itaca y entregó sus días al que reparte dones. Tenía 83 años.
Le avisaron por teléfono al padre Diego al salón Rojo del Tequendama. De inmediato, el curita dio la noticia del fallecimiento “urbi et orbi”, hubo silencio mudo y estupor en los tendidos, algunas lágrimas decoraron cachetes, se guardó un ruidoso minuto de silencio.
Pero como sucede en los circos, el espectáculo-banquete tenía que continuar. La solidaridad no da espera.
Y para hablar de su programa, en Colombia, un minuto de silencio nunca dura sesenta segundos. En promedio, 50 segundos dura el Minuto de Dios, tal vez el programa más viejo de la televisión mundial. Es breve y certero. Por eso no empalaga. De los 62 años que tiene al aire García Herreros lo dirigió 37 cuando le cedió los trastos a su delfín Diego Jaramillo quien tiene apuntados en un papelito los nombres de candidatos a sucederlo.
En ese tiempo el programa de televisión solo ha tenido dos presentadores que por milagro del patrono san Juan Eudes, no fatigan al televidente: su creador el padre García-Herreros, y su sucesor, el padre Diego, modelo 32, nacido en Yarumal, Antioquia, terruño del creador del Himno Antioqueño, Epifanio Mejía, de Cano, el gran pintor, y del contralmirante Rubén Piedrahita, uno de los quíntuples que sucedió al defenestrado Rojas Pinilla. (Para felicitaciones y regalos el padre Diego cumple años el 19 de mayo).
Y siguen las exclusividades: desde que millones de sesentones nos conocemos, el patrocinador del programa ha sido Azúcar Manuelita “que refina el mejor azúcar del país”, según la cuña que reza el propio presentador del espacio.
Los curitas Rafael y Diego y sus colegas “no andan según la carne, sino según el espíritu” (Romanos 8,4).