Popayán es la capital del Cauca y una de las ciudades de Latinoamérica que mejor conserva su memoria histórica. En 2005 recibió el título de Ciudad Unesco de la Gastronomía, por conservar sus métodos de preparación a través de la tradición oral; y cuatro años más tarde, las procesiones de su Semana Santa fueron declaradas por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
Además, en su tierra crecieron grandes próceres que aportaron su empuje a la lucha independentista de la Nueva Granada, y décadas después nacieron dieciséis de los presidentes que ha tenido Colombia para ganarse un título más, el de ‘Ciudad Fecunda’.
Su temperatura promedio es de 20 grados centígrados y su fresca brisa enfría las calles que todavía conservan la arquitectura típica de la colonia.
En cada esquina de su centro histórico, Popayán respira relatos reales y de ficción, que cuentan con personajes pintorescos el orden que quisieron instaurar los españoles y la desobediencia de los mestizos.
Historias contadas con minuciosos detalles por un grupo de cuenteros vestidos con trajes típicos que aguardan la llegada de turistas en el parque Francisco José de Caldas.
Pero, más allá de las atrapantes historias de generales degollados y próceres envenenados con chicha, sin lugar a dudas la comida payanesa es el principal atractivo del Cauca.
Del 3 al 6 de septiembre pasado, las calles de Popayán se llenaron con la presencia de miles de turistas provenientes de distintos lugares del mundo, que se encontraron en esta acogedora ciudad al suroccidente de Colombia con un fin común: deleitar sus paladares en el XIII Congreso Gastronómico Internacional, que se celebra cada año en la ‘Ciudad Blanca’.
Este año, la ciudad nacional invitada fue Sincelejo, y Montreal fue la ciudad internacional que ofreció su cocina típica.
Cuatro días en los que el parque Caldas olió a gastronomía y a turistas, algunos que solo se sentaron a degustar y otros que intentaban capturar con sus cámaras la riqueza cultural de la ciudad, adornada por los colores de la comida.
El Teatro Guillermo León Valencia recibió las actividades académicas como ruedas de prensa, cata de puros y vinos, y el acto de clausura.
A veinticinco kilómetros de Popayán está Piendamó, un municipio que es escala para los viajeros que llegan queriendo conocer las comunidades indígenas asentadas en el Cauca.
Saliendo de Piendamó, con destino de Silvia, donde se ubican los tres resguardos indígenas más grandes del país, está ‘El Mirador’, un sitio adornado con los rostros de tres hombres: un indígena, un campesino y un mestizo, labrados sobre una gran roca al borde de la vía.
‘La Suiza de América’ es quizá el calificativo que más les gusta a los pobladores de Silvia, que tiene aproximadamente 35.000 habitantes de los cuales el 79 por ciento hace parte de una comunidad indígena.
Piendamó y Silvia son dos territorios señalados por muchos colombianos como zonas conflictivas, pero la realidad es muy distinta a lo que se puede ver en los escasos minutos que le dedican los noticieros.
Uno de los principales atractivos de Silvia llega cada martes, cuando los comunidades indígenas se citan en el parque principal para intercambiar sus mercancías sin la intervención del dinero.
El trueque sigue siendo el mecanismo de intercambio comercial utilizado por los indígenas, que llama la atención de decenas de turistas que observan con sorpresa la nutrida plaza de mercado en que se trasforma ‘La Galería’, como se le llama a la plaza central.
Silvia es el tercer municipio de Colombia con mayor población indígena. En su territorio cohabitan la población Misak/Guambiana, la población Nasa/Paez, la población campesina y la población mestiza.
La interrelación cotidiana entre estas cuatro comunidades ha dado como resultado una región diversa, singular y rica en manifestaciones culturales auténticas que tienen como escenario un majestuoso paisaje con aire limpio, ríos, lagunas, páramos, montañas, flora y fauna silvestre.
La población indígena se encuentra repartida en siete resguardos: Ambaló, Kizgó, Quichaya, Tumburao, Pitayó, Gaitana y Guambía.
Los guambianos consideran a la naturaleza como madre y espíritu de vida. Cultivan maíz, papa y cebolla. Se valen de las mingas, que son sistemas de cooperación entre la comunidad, para los trabajos en el campo, para la construcción de estructuras y para actividades que traigan el beneficio colectivo.
Dentro de su resguardo, los guambianos tienen una inmensa institución educativa en la que se forman 892 estudiantes con base en los fundamentos culturales de los Misak.
Además, llevan a cabo un amplio proyecto de producción de trucha que venden a otros departamentos del país, y actualmente están gestionando la exportación de su producto a otros países.
Popayán, Piendamó y Silvia conforman un hermoso corredor cultural lleno de historias que esperan ser contadas y promovidas gracias al apoyo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo; el Fondo Nacional de Turismo (Fontur) y la Gobernación del Cauca.