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Colombia
‘Hay que cambiar el lenguaje del conflicto y empezar a educar para la paz’
Si se maneja de esta manera, ese niño podrá ser más fácilmente pacífico.
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Karina Judex
Karina Judex Balaguera
Lunes, 8 de Septiembre de 2014

Si un niño crece y tiene la idea de que a los grupos no hay que enmarcarlos ni estereotiparlos,  ese niño podrá ser más fácilmente pacífico.

En Colombia, un país que ha vivido en conflicto más de 50 años, se tiende a ver en la cotidianidad a personas que han adoptado comportamientos agresivos,  que van a la defensiva y por cultura, también, han  fortalecido costumbres violentas.

Hoy, en pleno proceso de paz, soplan vientos de cambio que no sólo se darán con la firma de un acuerdo entre los grupos armados y el gobierno, sino con la colaboración de cada uno de los colombianos. Así lo asegura María Mercedes de Brigard, una de las fundadoras de Red PaPaz, al invitar a la ciudadanía a cambiar ese ‘chip’ y a hacer parte de una educación para la paz.

Brigard, que también es rectora del Gimnasio La Montaña, aseguró en entrevista con La Opinión que si no se pone un granito de arena para educar en este campo a los niños, la sociedad en el futuro no tendrá un cambio considerable, sino que permanecerá con los mismos conflictos en diferentes sujetos.

Para usted como docente, ¿cómo se lleva a cabo este proceso de educar en reconciliación y paz dentro de un aula escolar?

Con programas que uno tiene en los colegios, que tienen que ver con educar la inteligencia emocional, educar a los niños en resolución de conflictos, en general, con educar en valores. En este momento es coyuntural utilizarlos para fortalecer el tema de la paz en nuestro país. Pienso que finalmente todos esos programas terminan siendo educar para la paz.

¿Considera que hablar de paz es el camino adecuado?

Hay que hablar de eso y tiene que ser una preocupación para todos los colombianos: papás, profesores y autoridades de la educación, porque mientras no le cambiemos el alma los niños va a ser muy difícil cambiar el chip del conflicto por el de la paz.

¿Cuáles considera que han sido los problemas más complejos de afrontar, cuando se intenta educar para cambiar el concepto de conflicto por el de paz?

El aceptar al otro. La diversidad es un tema muy complicado y solo se logra si un niño desde que está empezando a ver cosas de valores le están diciendo hay que resolver las cosas pacíficamente, el conflicto no es dramático sino que hay que tener habilidades para resolverlo. Entonces, yo sí creo que tenemos que entrar en ese lenguaje porque no puede pasar como nos ha pasado siempre, que la educación va detrás y siempre llega cómo tarde.

Desde su experiencia como formadora, ¿considera que el proceso de paz cambiará las cosas?

No importa si los diálogos resultan o no. Yo creo que tenemos que cumplir el deber de que nuestros niños en los colegios y nuestros hijos se eduquen con un chip de ciudadanos pacíficos.

En casa, ¿cómo considera que se debe educar en paz?

Hablando siempre del valor del otro, del respeto al otro, de la posibilidad de hablar de todas las cosas, de diversidad, de reconocer el valor de las soluciones pacíficas, hay que enfocar en eso a los niños. Si los papás no le creen a eso, si los papás siguen diciendo en las conversaciones “hay que matar a esos manes”, si ese sigue siendo el discurso, uno va a estar pataleando solo.

Si pudiera retroceder el tiempo y cambiar algo para mejorar en su familia ¿qué haría?

Si yo pudiera retroceder y mirarme como mamá, nunca hubiera permitido que en mi casa se criticara el físico de una persona. No hubiese permitido que criticara la ropa de alguien o que se burlaran de la manera en que una persona practica sus creencias.

¿Un ejemplo de cómo se debe responder a una crítica de las que menciona?

Si un niño dice mira ese es gordo, y uno dice sí, así es él. Creería que ese niño aprendería a aceptarlo tan firmemente, como cuando aprende a no meter el dedo en el enchufe. Entonces cuando salga al mundo va a encontrar que lo diverso es una riqueza y no un enemigo. Va a mirar con ojos de benevolencia y una oportunidad en las cosas distintas.

¿Cómo ve el panorama en Colombia, en el tema de educación para la paz?

A Colombia le falta algo que hay en otros países, es que no somos un país muy diverso, somos todos iguales, somos mestizos. Aquí hay una mayoría de católicos y una línea muy grande de cristianismo; mientras que en otros países conviven con razas diferentes, lenguas y religiones diferentes.

Desde muy niños están aprendiendo a que el mundo está lleno de gente diferente.

¿Entonces qué se debe hacer?

En mi experiencia lo que hago es fabricar estrategias para que acepten la diversidad. Uno tiene que pegarse de las pequeñas diversidades, de los acentos. Decir tan chévere que hablan los de allí o allá y no ¡Uy como hablan de horrible!

En nuestra cultura es normal que la gente tenga estereotipos, ¿estos ayudan al proceso educativo?

No. Hay que borrar los estereotipos, tanto los buenos como los malos, por ejemplo, decir que todos los colombianos somos alegres, no es verdad, pues hay unos que no. Si un niño crece y no tiene la idea de que a los grupos no hay que enmarcarlos y estereotiparlos, ese niño más fácilmente podrá ser pacífico, porque cuando se encuentre con una persona simplemente esperará a ver como es y no le pondrá los rótulos que culturalmente la gente pone.

¿Cómo se pueden romper estos pensamientos?

En la medida en que sea posible, es muy importante que un niño salga de su pequeño entorno, así sea a una región vecina. Vaya a otros lugares, coma de otras cosas y no se la pase diciendo es que aquí comemos tal cosa y eso es rico. Sino que diga allá se come esto y es delicioso también.

¿Qué otras alternativas se podrían mirar para buscar un cambio enfocado a la paz?

En la lectura uno descubre formas muy diferentes de ver el mundo. Cosas diferentes a lo que uno normalmente está acostumbrado. Aquí es peculiar que las personas busquen los que sean iguales o parecidos a ellas. En vez de decir, chévere estar con alguien completamente diferente y aprender. Y esa es una forma de inseguridad del ser humano porque se siente seguro solo en su núcleo y no se permite abrirse a otros contextos, por eso los juzga. Si yo le temo a algo lo elimino, y eso no está bien.

¿Una experiencia que recuerde, que la haya cambiado algo?

Hace 12 años decidí un día grabar fragmentos de lo que emitían las emisoras juveniles y los programas de televisión. Y se los presenté a los papás en una charla en el colegio porque ellos no suelen oír lo que los hijos oyen.

La idea era que vieran lo que sus hijos escuchaban al montarse al bus del colegio. La burla a los físicos que se hacía a través de las emisoras, las cosas que decían eran terribles.

Una gorda horrible, ese negro feo, ese flaco garrudo… era una cosa espantosa.

Ahí empezamos con Carolina Piñeros, la otra fundadora a presentarles esto a otros rectores. Lo primero que queríamos lograr era que los medios se hicieran conscientes de lo que estaban emitiendo y fuimos ampliando la visión porque los niños también se están educando en la calle, en la televisión, y buscamos que todas las instituciones trabajaran en torno a su bienestar. Así nació la primera iniciativa de Red PaPaz.

¿Red PaPaz, es su granito de arena para ayudar a educar en la paz?

Por supuesto. Cúcuta fue la segunda ciudad de Red PaPaz, porque una cucuteña que estaba en Bogotá vio el nacimiento de la red y entonces quiso traerla a la ciudad. Ahora trabajamos en varios lugares de Colombia, de la mano de los papás y los docentes, los principales actores del cambio en las futuras generaciones.

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