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Champeta, matoneo y matrículas
El evento de clausura del Festival Hay en Cartagena fue la conversación sobre los orígenes de la champeta que tuvo lugar en el Teatro Adolfo Mejía con la participación de algunos de los creadores de este género músical, Viviano Torres, Charles King y Louis Towers, y la presentación de un grupo de Champeta. Con este acto, Cartagena le puso fin a una historia de discriminación racial y cultural. Ya no se oye allá que la gente diga “a mí me gusta la Champeta, pero no se lo digas a nadie”.
Sábado, 7 de Febrero de 2015
El evento de clausura del Festival Hay en Cartagena fue la conversación sobre los orígenes de la champeta que tuvo lugar en el Teatro Adolfo Mejía con la participación de algunos de los creadores de este género músical, Viviano Torres, Charles King y Louis Towers, y la presentación de un grupo de Champeta. Con este acto, Cartagena le puso fin a una historia de discriminación racial y cultural. Ya no se oye allá que la gente diga “a mí me gusta la Champeta, pero no se lo digas a nadie”. Ahora se oye “a mí no me gusta la Champeta, pero no se lo digas a nadie”.

Esta música creada en Palenque tuvo su primera presentación en el Festival de Música del Caribe en 1982. Viviano le pidió a los organizadores que lo dejaran participar en alguno de los conciertos y le dieron la oportunidad de presentarse como uno de los grupos que animaba el acto de inauguración. Llegaron allá en buseta y el portero no los quería dejar entrar porque “ya había suficientes negros ahí adentro”. Por suerte salió uno de los organizadores y consiguieron ingresar, pero ya se acababa el acto y la gente comenzaba a retirarse. Decidieron tocar de todos modos, el público se quedó, y el género debutó oficialmente en Cartagena.

El camino de ascenso en esa ciudad no fue fácil porque identificaban a la Champeta como música de “negros” y a sus adeptos despectivamente los llamaban “champetudos”. Louis Towers, contó que cuando él llegó a estudiar a UNIBAC otro alumno le dijo a una de sus compañeras de Palenque que era una “champetuda” y él tuvo que pararse a defenderla. En el escenario demostró con orgullo como camina un “champetudo”.

Viviano también hizo memoria de que cuando Araceli Morales los contrató para participar en un festival en la Plaza de la Trinidad, el alcalde de la ciudad prohibió la Champeta porque la gente la baila con desfachatez rayana en vulgaridad popular. Los bailarines hicieron posteriormente en la clausura una demonstración depurada de la forma como se baila pero para entonces los espectadores, cachacos y cartageneros, ya estábamos “champetúos”.

Me pregunto si la Champeta hubiera surgido si Paco de Onís y sus amigos no hubieran organizado el Festival de Música del Caribe o si en Cartagena no se contara con esa maravillosa escuela pública de bellas artes, a donde pudieron ingresar los palenqueros que han sido claves para divulgar esta música.

Los jóvenes burgueses que matonean a sus compañeros becados no solamente son acomplejados. Son brutos. Las becas pueden haber sido concebidas para beneficiar a estudiantes destacados de bajos ingresos, pero el verdadero beneficio lo obtienen las universidades y los necios que se burlan de ellos porque van a tener compañeros inteligentes. Entre los premios Nobel de los últimos veinte años hay varios alumnos de un programa de becas parecido de la Universidad de Harvard en los años 40. De otro posterior proviene Obama.

Otro notable abrebocas para la discusión de política educativa es el artículo de Moisés Wasserman en este diario (6 de febrero) en el que abre la posibilidad de encontrar soluciones financieras para las universidades públicas complementarias al Presupuesto Nacional y dice, citando a Pambelé, que es mejor tener 10.000 becas que no tenerlas.
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