Viernes, 20 de Septiembre de 2013
Muchos colombianos piensan con el deseo. Creen que el bolsillo del país no tiene fondo y que se puede pedir y pedir, como si el ministro de hacienda y el presidente de la republica fueran el niño dios o papá Noel. Si creen que estoy equivocado, revisen los hechos de las pasadas semanas: los cafeteros pidieron plata, los cebolleros también, los paperos no se quedaron atrás los camioneros no se demoraron en seguir el ejemplo. Como los colombianos no somos amigos de la prudencia y el ahorro, los pilotos de Avianca formularon demandas salariales, lo mismo que los empleados de la Universidad Nacional, cuyo ejemplo fue seguido de inmediato por los maestros, cuyas peticiones fueron respaldadas, ¡quien lo creyera!, por la administración distrital, que adoptó la demagogia, tal vez preocupado por la revocatoria que la amenaza.
Cualquier persona con dos dedos de frente y que sepa sumar se dará cuenta de que, como dice la canción, ‘’no hay cama para tanta gente’’. El gobierno tendría que ganarse un millón de balotos para atender todas las peticiones, que suman, y no me equivoco, desafortunadamente, varios billones de pesos. Hay que pensar que el solo presupuesto de defensa se come 26 billones y que para atender las peticiones de los campesinos será necesario prolongar por varios años el cobro del odioso cuatro por mil, que le mete la mano al bolsillo a quien hace cualquier transacción en un banco, así sea el retiro de sus ahorros.
Las peticiones de los inconforme llenan varios volúmenes en el ministerio de hacienda, que no sabe de dónde saldrá el dinero para satisfacerlas. Sólo hay un camino, que me pone la piel de gallina: nuevos impuestos, que pueden afectar desde la compra de paletas hasta la utilización del aire para respirar o el agua para bañarnos. La imaginación de los alcabaleros no tiene límites. Y ante el cúmulo de peticiones de ‘’los indignados criollos’’ se han dedicado a gastar neuronas para ver cómo le sacan la platica del bolsillo a todos los colombianos. Hay muchas fórmulas para conseguir los recursos que sirvan para atender a los campesinos, transportadores, profesores. Se necesita plata hasta para pagarle el abogado al Tino Asprilla, demandado por alimentos.
No es fácil la tarea que espera a los genios de la Dian. Se necesitan para el año entrante nada menos que 203 billones de pesos, una suma que en otras épocas nos hubiera servido para recuperar Panamá, que cambamos por un puñado de dólares de los cuales no queda ni un centavo. De los ferrocarriles que se hicieron con la plata que nos dieron los gringos por esa importante región no queda nada. Se robaron las locomotoras, los vagones, las estaciones, las campanas. Todo, incluyendo unos bellos hoteles de lo que no sobrevive absolutamente nada. ¡Qué saqueo! Del presupuesto total se destinarán tres billones para ayudar al campo, cuyos habitantes se hicieron sentir y demostraron que no hay que disgustarlos porque tienen capacidad de tumbar un gobierno, como lo hicieron en la época de la independencia. Ojalá el dinero no se destine a burocracia y vaya efectivamente a apoyar a los campesinos, que han soportado el peso de la guerra, el accionar de guerrillas y paracos, la falta de ayuda del gobierno, los pésimos funcionarios que se han robado el dinero que anteriores gobiernos destinaron a organismos como el Idema o el Incora que sólo sirvieron para engrosar los bolsillos de los corruptos de todos los partidos, algunos de los cuales tienen hoy finca, ganado, piscinas y hasta avionetas. Ojalá los dineros que nos sacarán con el cuatro por mil no terminen, como ocurrió hace poco en Bogotá, en las cuentas bancarias de los ladrones de cuello blanco, sino que apoyen a los hombres del campo, que tienen toda la razón en protestar, desfilar y bloquear carreteras. Lástima que las justas demostraciones de las gentes del campo hayan sido aprovechadas por unos vándalos urbanos, a quienes sólo les pasa por la cabeza destrozar, saquear, romper y robar. Hasta la policía fue víctima de los desmanes de gentes a las que deberían judicializar.
P.D. Periodista española amiga de Pacho Santos manifiesta con razón su preocupación por la burbuja inmobiliaria que afecta a varias ciudades, donde la finca raíz ha alcanzado precios absurdos, hasta el punto de que es más caro un apartamento en Bogotá que uno en Nueva York. El problema es que estalle la burbuja y arruine a todos los que han creído que es un gran negocio comprar aquí, en lugar de invertir en uno de los cultivos que sirven para atender las necesidades de los millones de colombianos. Al tratar este tema es necesario destacar el acuerdo a que han llegado Santos y Maduro para venderle a Venezuela 600 millones de dólares en alimentos, que servirán para apagar las críticas y surtir los desocupados almacenes del vecino país, al mismo tiempo que para demostrar que se acabaron aquellos tiempos, de la época de Uribe y Chávez, cuando el odio era el denominador común entre los dos países. Hasta de guerra se alcanzó a hablar en los días en que eran presidentes dos enemigos. Ojalá los guerreristas colombianos, que sueñan con echar bala y regresar a épocas pretéritas, se den cuenta que es mejor tener de amigos a los vecinos. GPT
Cualquier persona con dos dedos de frente y que sepa sumar se dará cuenta de que, como dice la canción, ‘’no hay cama para tanta gente’’. El gobierno tendría que ganarse un millón de balotos para atender todas las peticiones, que suman, y no me equivoco, desafortunadamente, varios billones de pesos. Hay que pensar que el solo presupuesto de defensa se come 26 billones y que para atender las peticiones de los campesinos será necesario prolongar por varios años el cobro del odioso cuatro por mil, que le mete la mano al bolsillo a quien hace cualquier transacción en un banco, así sea el retiro de sus ahorros.
Las peticiones de los inconforme llenan varios volúmenes en el ministerio de hacienda, que no sabe de dónde saldrá el dinero para satisfacerlas. Sólo hay un camino, que me pone la piel de gallina: nuevos impuestos, que pueden afectar desde la compra de paletas hasta la utilización del aire para respirar o el agua para bañarnos. La imaginación de los alcabaleros no tiene límites. Y ante el cúmulo de peticiones de ‘’los indignados criollos’’ se han dedicado a gastar neuronas para ver cómo le sacan la platica del bolsillo a todos los colombianos. Hay muchas fórmulas para conseguir los recursos que sirvan para atender a los campesinos, transportadores, profesores. Se necesita plata hasta para pagarle el abogado al Tino Asprilla, demandado por alimentos.
No es fácil la tarea que espera a los genios de la Dian. Se necesitan para el año entrante nada menos que 203 billones de pesos, una suma que en otras épocas nos hubiera servido para recuperar Panamá, que cambamos por un puñado de dólares de los cuales no queda ni un centavo. De los ferrocarriles que se hicieron con la plata que nos dieron los gringos por esa importante región no queda nada. Se robaron las locomotoras, los vagones, las estaciones, las campanas. Todo, incluyendo unos bellos hoteles de lo que no sobrevive absolutamente nada. ¡Qué saqueo! Del presupuesto total se destinarán tres billones para ayudar al campo, cuyos habitantes se hicieron sentir y demostraron que no hay que disgustarlos porque tienen capacidad de tumbar un gobierno, como lo hicieron en la época de la independencia. Ojalá el dinero no se destine a burocracia y vaya efectivamente a apoyar a los campesinos, que han soportado el peso de la guerra, el accionar de guerrillas y paracos, la falta de ayuda del gobierno, los pésimos funcionarios que se han robado el dinero que anteriores gobiernos destinaron a organismos como el Idema o el Incora que sólo sirvieron para engrosar los bolsillos de los corruptos de todos los partidos, algunos de los cuales tienen hoy finca, ganado, piscinas y hasta avionetas. Ojalá los dineros que nos sacarán con el cuatro por mil no terminen, como ocurrió hace poco en Bogotá, en las cuentas bancarias de los ladrones de cuello blanco, sino que apoyen a los hombres del campo, que tienen toda la razón en protestar, desfilar y bloquear carreteras. Lástima que las justas demostraciones de las gentes del campo hayan sido aprovechadas por unos vándalos urbanos, a quienes sólo les pasa por la cabeza destrozar, saquear, romper y robar. Hasta la policía fue víctima de los desmanes de gentes a las que deberían judicializar.
P.D. Periodista española amiga de Pacho Santos manifiesta con razón su preocupación por la burbuja inmobiliaria que afecta a varias ciudades, donde la finca raíz ha alcanzado precios absurdos, hasta el punto de que es más caro un apartamento en Bogotá que uno en Nueva York. El problema es que estalle la burbuja y arruine a todos los que han creído que es un gran negocio comprar aquí, en lugar de invertir en uno de los cultivos que sirven para atender las necesidades de los millones de colombianos. Al tratar este tema es necesario destacar el acuerdo a que han llegado Santos y Maduro para venderle a Venezuela 600 millones de dólares en alimentos, que servirán para apagar las críticas y surtir los desocupados almacenes del vecino país, al mismo tiempo que para demostrar que se acabaron aquellos tiempos, de la época de Uribe y Chávez, cuando el odio era el denominador común entre los dos países. Hasta de guerra se alcanzó a hablar en los días en que eran presidentes dos enemigos. Ojalá los guerreristas colombianos, que sueñan con echar bala y regresar a épocas pretéritas, se den cuenta que es mejor tener de amigos a los vecinos. GPT