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¿Qué pasó con “abril, aguas mil”?
Ya no se puede creer en nadie, ni siquiera en los refranes, que el otro día eran de infaltable cumplimiento. Dijeron los astrólogos que marzo sería un mes caluroso, pero que abril entraría con lluvias, tempestades y tormentas.
Miércoles, 10 de Abril de 2013
Ya no se puede creer en nadie, ni siquiera en los refranes, que el otro día eran de infaltable cumplimiento. Dijeron los astrólogos que marzo sería un mes caluroso, pero que abril entraría con lluvias, tempestades y tormentas. Yo no les creí, porque creerles a los que predicen el clima, es correr el riesgo de quedar más mal que san Emigdio en Cúcuta (San Emigdio es el patrono contra los temblores, pero en Cúcuta, cuando el terremoto, perdió credibilidad: todos lo imploraban y, a pesar de los ruegos, la ciudad cayó destruida).

No les creí, pues, a los meteorólogos, pero le creí al refrán: “En abril, aguas mil”. Los campesinos (yo soy campesino) y los arrieros (yo fui arriero) les daban a todos los proverbios una validez absoluta. Y así era: “Perro viejo late echado”. Cierto. Los míseros canes, agobiados por la edad, el sufrimiento y al abandono, no se paran a ladrarle al que llega, sino lo hacen desde su rincón, donde yacen adormilados. Como la gente. “El que madruga coge agua limpia” nos gritaba la mamá, antes de que el sol saliera, y en efecto, nos íbamos al chorro y el agua aún estaba limpia (En el pueblo no había acueducto y el agua tocaba traerla en calabazos. Los que llegaban tarde, ya la encontraban sucia. “El que ha de morir a oscuras, aunque ande vendiendo velas”. Preciso. La muerte no avisa.

Sucedía con todos los refranes. Se cumplían al pie de la letra, según la sabiduría popular. Pero de un tiempo a esta parte, dejaron de ser infalibles. Por un lado, los mamadores de gallo se encargaron de cambiarles el sentido: Ya no se dice que cuando el río suena es porque lleva piedras (en las crecientes), sino porque se ahogó un músico. Ya no se dice que el árbol que crece torcido nunca jamás se endereza, sino que el árbol torcido sirve para columpio.  Ya no se dice que Dios le da carne al que no tiene muelas, porque para eso se hicieron las cajas de dientes y la carne dura se puede moler.

Pero por otro lado, los mismos refranes fueron perdiendo su propia validez. Es lo que sucede con el de “abril, aguas mil”. Llevamos ya cerca de medio mes y las lluvias no aparecen por ninguna parte. Sólo calores arrechísimos, que ponen a sudar al más palúdico y desesperan al más santo.

Le oí decir a un concejal que el alcalde piensa establecer la jornada continua desde las 6 de la mañana hasta la 1 de la tarde, para que funcionarios y usuarios puedan irse al río a refrescarse, en las tardes, antes de que los ríos se sequen. No sé si será verdad, o ignoro si el concejal es de la oposición. La idea me parece genial, y los gerentes de empresas privadas también deberían implementarla, mientras dure este verano. La DIAN debería suspender el Iva a los aires acondicionados y a los ventiladores, en solidaridad con los sudorosos cucuteños. Las jornadas escolares de la tarde deberían ser de 4 p.m. a 8 de la noche. Nuestro amigo obispo Vidal debería prohibir las misas del medio día. A los vendedores de agua y de helados se les deberían dar créditos rápidos para que ayuden a refrescar la ciudad y los guargüeros. Ya Iván Vila Casado, presidente de la Academia de Historia, prohibió el uso de saco y corbata en las sesiones solemnes. Es decir, que ahora nos toca defendernos solos, sin depender de la sabiduría de los refranes, aunque algunos siguen diciendo que “al que le van a dar, le guardan”.
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