Viernes, 23 de Mayo de 2014
~Nació en Santa Rosa de Osos en 1947. Ha publicado seis libros de poesía y
ha sido editor de varias antologías y compilaciones con sus prólogos.
También ha publicado ‘Guía para Viajeros’, ‘Historia de una Pasión’ y
cinco novelas entre las cuales cabe destacar ‘Memoria de un Hombre
Feliz’, ‘Novela con Fantasma’ y ‘La Voz Interior’. En la Feria del Libro
su antología de la poesía de León De Greiff, fue todo un suceso. ~
Nació en Santa Rosa de Osos en 1947. Ha publicado seis libros de poesía y ha sido editor de varias antologías y compilaciones con sus prólogos. También ha publicado ‘Guía para Viajeros’, ‘Historia de una Pasión’ y cinco novelas entre las cuales cabe destacar ‘Memoria de un Hombre Feliz’, ‘Novela con Fantasma’ y ‘La Voz Interior’. En la Feria del Libro su antología de la poesía de León De Greiff, fue todo un suceso.
Darío Jaramillo Agudelo, uno de los mejores poetas vivos de este país, contó cosas.
En la segunda versión de ‘La Poesía tiene la Palabra’, que se celebró en Medellín el 24 de mayo de 1989, organizada por la Casa Silva, este poema ganó el Premio al mejor verso de amor de la poesía colombiana.
Mientras esto ocurría, su autor, el poeta antioqueño Darío Jaramillo Agudelo aprendía a ponerle buena cara al dolor y a consolarse con dilemas como este: si yo fuera un cienpiés, ¿qué sería ahora? ¿Un cincuenta pies o un noventa y nueve piés? ¿La razón? El último domingo de febrero de 1989 se había parado en una bomba que le voló el talón de Aquiles del pie derecho.
Ocurrió en Sopó, cuando acababa de oscurecer. Los médicos tuvieron que amputarle la pierna, por debajo de la rodilla, pero Jaramillo, un hombrón alto y cuajado que exuda buen humor a pesar de su fama de cascarrabias, se apoyó en los mensajes de los amigos que, muy a lo paisa, le escribían.
Uno, que se había burlado de su ‘caminado de Tribilín’, le escribió: “pase lo que pase, de seguro vas a caminar mejor”. Otro añadió “es inmoral, porque ya no podrás estirar la pata”. Uno más confesó: “estoy rezando para que te crezca otra”. Y algún otro sentenció: “Dios bendiga el aire que ahora pisas”.
Y en su ‘Historia de una pasión’, una pequeña obra autobiográfica, Jaramillo dice que una dosis de paciencia que no alcanza a medir con las palabras, y “una atmósfera de broma y afecto”, propiciaron la aceptación de su nueva condición de ‘monópodo’.
Poesía y narración
La diferencia entre la poesía y la narración es que en el poema la palabra es la materia y en la novela la palabra es un instrumento.
Sin embargo, para escribir una novela “uno puede programar cómo trabajar un determinado número de horas, de día o de noche, y a su manera”.
“Yo, por ejemplo, escribo todo con una pluma fuerte y con tinta, sin llenar el tanque. Mojo la pluma y escribo, vuelvo a mojar la pluma y vuelvo a escribir. Escribo por una sola cara de la libreta y dejo la siguiente para correcciones y luego de muchas vueltas paso las libretas al computador y allí corrijo muchísimo”.
Pero la parte inicial es a mano y con pluma. “Eso me da más tiempo de pensar y de meditar. En mi escritorio tengo un aviso que dice ‘ir muy despacio’. Y sí, hay que tratar de deliberar cada palabra, de ir avanzando sin ninguna prisa”.
El autor publica alrededor del 10 por ciento de lo que escribe. Escribe mucho y publica muy poco en relación con lo que escribe.
Darío Jaramillo Agudelo, afirma, no tiene mucho sentido de la continuidad en el tiempo.
Para él, escribir es una pasión desbordada, una adicción, como puede ser la de un golfista o la de un guitarrista.
“Siempre he creído que, como diría García Lorca, para amar una profesión esta tiene que tener un ‘duende’”.
Darío Jaramillo Agudelo, uno de los mejores poetas vivos de este país, contó cosas.
En la segunda versión de ‘La Poesía tiene la Palabra’, que se celebró en Medellín el 24 de mayo de 1989, organizada por la Casa Silva, este poema ganó el Premio al mejor verso de amor de la poesía colombiana.
Mientras esto ocurría, su autor, el poeta antioqueño Darío Jaramillo Agudelo aprendía a ponerle buena cara al dolor y a consolarse con dilemas como este: si yo fuera un cienpiés, ¿qué sería ahora? ¿Un cincuenta pies o un noventa y nueve piés? ¿La razón? El último domingo de febrero de 1989 se había parado en una bomba que le voló el talón de Aquiles del pie derecho.
Ocurrió en Sopó, cuando acababa de oscurecer. Los médicos tuvieron que amputarle la pierna, por debajo de la rodilla, pero Jaramillo, un hombrón alto y cuajado que exuda buen humor a pesar de su fama de cascarrabias, se apoyó en los mensajes de los amigos que, muy a lo paisa, le escribían.
Uno, que se había burlado de su ‘caminado de Tribilín’, le escribió: “pase lo que pase, de seguro vas a caminar mejor”. Otro añadió “es inmoral, porque ya no podrás estirar la pata”. Uno más confesó: “estoy rezando para que te crezca otra”. Y algún otro sentenció: “Dios bendiga el aire que ahora pisas”.
Y en su ‘Historia de una pasión’, una pequeña obra autobiográfica, Jaramillo dice que una dosis de paciencia que no alcanza a medir con las palabras, y “una atmósfera de broma y afecto”, propiciaron la aceptación de su nueva condición de ‘monópodo’.
Poesía y narración
La diferencia entre la poesía y la narración es que en el poema la palabra es la materia y en la novela la palabra es un instrumento.
Sin embargo, para escribir una novela “uno puede programar cómo trabajar un determinado número de horas, de día o de noche, y a su manera”.
“Yo, por ejemplo, escribo todo con una pluma fuerte y con tinta, sin llenar el tanque. Mojo la pluma y escribo, vuelvo a mojar la pluma y vuelvo a escribir. Escribo por una sola cara de la libreta y dejo la siguiente para correcciones y luego de muchas vueltas paso las libretas al computador y allí corrijo muchísimo”.
Pero la parte inicial es a mano y con pluma. “Eso me da más tiempo de pensar y de meditar. En mi escritorio tengo un aviso que dice ‘ir muy despacio’. Y sí, hay que tratar de deliberar cada palabra, de ir avanzando sin ninguna prisa”.
El autor publica alrededor del 10 por ciento de lo que escribe. Escribe mucho y publica muy poco en relación con lo que escribe.
Darío Jaramillo Agudelo, afirma, no tiene mucho sentido de la continuidad en el tiempo.
Para él, escribir es una pasión desbordada, una adicción, como puede ser la de un golfista o la de un guitarrista.
“Siempre he creído que, como diría García Lorca, para amar una profesión esta tiene que tener un ‘duende’”.